Colombia ilusiona en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda. Su victorioso debut, 2 golazos por cero ante Corea del Sur, cautivó a la afición que no ha dejado de elogiar el futbol excelso que practican las jugadoras de nuestra selección femenina. Cómo no compartir la felicidad expresada por Catalina Usme, la autora del primer tanto, cuando aseguró que este buen arranque, así como todo lo que viven en la máxima cita del balompié orbital, fue lo que soñaron y para lo que se han venido preparando a lo largo de sus intensas vidas. No tenemos ninguna duda de que es así.

A cada una de las integrantes de esta generación de destacadas atletas que nos llenan de inmenso orgullo se les notan las ganas de representar lo mejor que puedan al país, de querer ser parte de la historia del deporte rey, el más popular de todos. Como ya lo es la extraordinaria Linda Caicedo, quien a sus escasos 18 años ostenta un impresionante record: es la primera futbolista en anotar en todas las categorías de los mundiales de futbol. Lo había hecho en el Sub-20 de Costa Rica, en 2022; en el Sub-17 de India, también durante ese año, y ahora lo acaba de hacer en el de mayores. ¿Emocionante no? Además, de ejemplar porque su logro sobrepasa la perspectiva de género. Nunca antes un deportista colombiano había bordado semejante gesta.

Ahora que los ojos del mundo están puestos en el fútbol femenino, el más que merecido reconocimiento obtenido por Linda encierra un enorme significado por todo lo que representa. Sin duda, ella y el resto de sus talentosas compañeras de nuestra selección son en sí mismas símbolos de la perentoria lucha por la equidad y la justicia, por la igualdad de género, un inequívoco asunto de derechos humanos que trasciende fronteras. A ninguna de las deportistas de las 32 selecciones que han saltado a las canchas del campeonato mundial les ha sido fácil derribar las barreras de la discriminación, el machismo o, incluso las violencias que han debido gambetear en los caminos recorridos, tanto en sus vidas personales como profesionales.

Sin excepción y en distintos momentos, las integrantes de los combinados de Francia, España o también de la misma Colombia, ¿recuerdan?, levantaron su voz de protesta expresando inconformidad o lanzando ultimátums para que sus reivindicaciones fueran atendidas. Cuestionamos con insistencia a nuestros directivos del fútbol, y es imprescindible hacerlo para ponerlos en evidencia, pero el desinterés e indolencia de la dirigencia global de este deporte, que relegó durante largo tiempo la profesionalización de las mujeres futbolistas al igual que su desarrollo, ha sido una constante en los últimos años. Apenas hasta ahora se están dado pasos importantes en la equiparación del futbol femenino con el masculino, aunque aún estamos a años luz de que se consiga, particularmente en términos de remuneración. Sí, los retos por delante son numerosos.

De ahí la importancia de insistir en que las audiencias respalden las taquillas y las transmisiones de los partidos en el torneo local, para que todo ello se pueda rentabilizar en beneficio de mejores condiciones para las futbolistas. El mundial es una vitrina excepcional, pero en el día a día resulta más difícil acelerar el ritmo del cambio. Es un tema de crear conciencia. Catalina, Carolina, Daniela, Linda, Jorelyn, Manuela, Lorena, Leicy, Mayra, Diana...y muchas otras nos han señalado nuevos rumbos en el impostergable sendero de la igualdad. Más allá del terreno de juego, sus inspiradores esfuerzos por visibilizar derechos en medio de normas, comportamientos y actitudes machistas que se resisten a eliminar los obstáculos que enfrentan mujeres, niñas, minorías sexuales y población diversa son aleccionadores en un tiempo en el que parecen estancados los avances en esta materia. Insistir en ellos debe ser prioritario. Reducir las brechas laborales en nuestra sociedad, que es también un imperativo democrático, disminuirá el índice de pobreza que tiene rostro de mujer. No es simplemente patear un balón, ¡qué va! Es demostrar que somos capaces, que nada nos queda grande y que en esta lucha no cederemos un ápice.