La enfática advertencia de la Contraloría General de la República al Instituto Nacional de Vías (Invías) por la no demolición total o parcial del antiguo puente Pumarejo refuerza el insistente reclamo de sectores productivos del Atlántico. De todas las formas imaginables, con análisis sobre impactos socioeconómicos, mejoras en la competitividad de la región y conectividad de los puertos del río Magdalena, más allá del kilómetro 22, los gremios de Barranquilla y del resto del departamento, en especial los portuarios, llevan años tocando la puerta del Ministerio de Transporte para que resuelva. Pero aún nada. El Laureano Gómez sigue ahí, inmutable, impidiendo el paso de grandes buques, debido a su gálibo de apenas 16 metros, que corresponde a la distancia entre la parte inferior de la estructura y el nivel promedio del curso del agua.
Para que se hagan una idea, el actual lo triplica: tiene 45 metros. Ni punto de comparación. Pero, mientras su predecesor no sea desmontado su vasta dimensión es tan inservible como inoperante, ¡un saludo a la bandera! O mejor aún, a la falta de gestión y compromiso de los responsables de solucionarlo, como estimó, y con razón a EL HERALDO, Carlos Zuluaga Pardo, vicecontralor en funciones de contralor general, quien espera que Invías mueva ficha. Si este nuevo llamado cae en saco roto, como tantas veces sucede, dará traslado de la eventual omisión a la Procuraduría para que adopte, si es el caso, sanciones disciplinarias. Es claro que no estamos frente a un detrimento patrimonial porque el puente se construyó, opera y presta servicio.
Lo que subyace en el fondo de todo son los perjuicios socioeconómicos derivados de la no demolición del antiguo puente que ha imposibilitado, por un lado, la expansión de operaciones del sector portuario de Barranquilla y, por el otro, el crecimiento de la actividad comercial e industrial del sur del Atlántico y del occidente del Magdalena. Realidades irrefutables. Como si fuera poco, la Contraloría precisa en su advertencia, revelada por EL HERALDO, las posibles afectaciones de los intereses públicos, que se originan en la incertidumbre de no saber si estaba o no justificada realizar una inversión tan cuantiosa, cuando al final iba a ser, en parte, inoficiosa.
Los hechos hablan por sí solos. Casi cuatro años después de la entrada en operación del puente Alberto Pumarejo, para el que el Invías destinó más de $800 mil millones, entre el valor de la obra e interventoría, resulta insólito que aún no se haya desmontado la antigua estructura, convertida literalmente en un obstáculo para cumplir con uno de los propósitos centrales del proyecto. Nada distinto a potenciar la circulación de embarcaciones con gran capacidad de carga para dinamizar la navegabilidad por el río Magdalena. Otro asunto crucial que no está del todo resuelto. Vale recordar que la plata asegurada para el dragado se acaba el 3 de octubre y podría volver Cristo a padecer. Así que amanecerá y veremos: es a lo que el centralismo rampante nos acostumbró.
Sondeando a los gremios, Lucas Ariza, de Asoportuaria, reconoce hoy más voluntad de Invías para avanzar que antes. Algo es algo. Se acordaron pasos, aunque la plata aún debe buscarse. Nudo gordiano. Tiempo atrás se habló de recursos garantizados por $80 mil millones, pero hasta el sol de hoy no se sabe qué pasó. En octubre pasado, ya costaba $110 mil millones. Y así vamos. Efraín Cepeda Tarud, presidente del Comité Intergremial del Atlántico, estima que para demoler un tramo de 467 metros se necesitarían $93 mil millones, que podrían salir de los más de $2 billones asegurados para la recuperación integral de la navegabilidad del Río. Propuesta incluida en un estudio que valdría la pena revisar en profundidad para materializar un cronograma viable. Lo más complejo es que demolerlo tardaría dos años y medio, si nos va bien, y aún no se conoce cómo afectaría la sedimentación del canal navegable. Pero, esto no debe tener vuelta atrás.
Es hora de sacudirse. Vale para todos los aludidos. De nada nos sirve, como reconoció el alcalde Jaime Pumarejo “tener el puente con el tablero más ancho de Latinoamérica, el más moderno del país”, si a su lado, su antecesor continúa haciéndole sombra. Al verlos juntos en la distancia, no queda duda que lo que ha pasado con ellos da risa, aunque no tenga la menor gracia.