Frente al nuevo sublinaje de covid-19 que ha empezado a circular en Colombia, de acuerdo con información del propio Instituto Nacional de Salud (INS) seguro mató confianza. Aunque a estas alturas, nadie, absolutamente nadie, debería morir tras resultar contagiado, siempre y cuando, claro, se haya vacunado, completado el esquema y reforzado dosis, si se trata de población en riesgo. No está de más recordar que desde el primer momento en el que la humanidad tuvo acceso a los biológicos, la decisión de inmunizarse para protegerse del impredecible virus ha sido un asunto de sentido común, que suele ser el menos común de todos los sentidos.

A Eris (EG.5), la nueva subvariante de la incombustible ómicron, ha confirmado la Organización Mundial de la Salud (OMS) se le atribuye el incremento de un 80 % de contagios en países como Francia, Reino Unido o Estados Unidos, donde en algunos casos, se reporta también un aumento de las hospitalizaciones. ¿Existen razones para preocuparse? La experiencia de esta pandemia que ya no es una emergencia sanitaria internacional desde junio pasado, valga precisar, nos indica que ante la expansión de una nueva cepa de interés, como ha sido catalogada eris, conviene no bajar la guardia, manteniendo las medidas preventivas que nos enseñó la crisis.

Lo primero, conocer información confiable sobre sus características puntuales. Aunque está clarísimo de que se trata de un nuevo sublinaje de ómicron, eris es mucho más contagiosa y transmisible, aunque aparentemente no más peligrosa que otras mutaciones surgidas con anterioridad de esta misma variante, detectada a finales de 2021 en Sudáfrica, desde donde comenzó a expandirse hasta convertirse en dominante en todo el mundo. Sobre el avance de eris, especialistas e investigadores, incluso la misma OMS, lamentan la falta de información o de evidencia científica porque la mayoría de países, tras el fin de la pandemia dejaron de hacer pruebas, ya no se producen diagnósticos como antes ni se secuencia de manera sistemática. Tampoco se refuerzan los sistemas de vigilancia epidemiológica, cuando empiezan a aumentar los contagios.

Es cierto. Hoy, apenas se habla de la covid. Con razón, demasiadas personas, por no decir casi todas, quieren cerrar ese capítulo de sus vidas para siempre. Sin embargo, con su acostumbrado pragmatismo los profesionales de la salud nos recuerdan que el coronavirus no ha desaparecido ni lo va a hacer por más que se desee con fuerza. Así no funcionan las cosas. La única certeza que tenemos es que este mutará, variará algunas de sus particularidades, reaparecerá con fuerza en determinados momentos, dependiendo de las interacciones sociales o, inclusive de las épocas, pero en definitiva seguirá estando ahí, entre nosotros, quién sabe por cuánto tiempo, además.

En este contexto, quizás un poco más, quizás un poco menos desafiante, sobre todo para los jóvenes, existen varios agravantes que no se deberían perder de vista. Uno de ellos, es que los adultos mayores, personas con comorbilidades, los inmunodeprimidos, así como las mujeres embarazadas corren riesgos adicionales de sufrir insuficiencia respiratoria, cuando se contagian. El otro corre por cuenta de la covid persistente. Quienes se infectaron una o más veces, si vuelven a hacerlo podrían contraerla, sumando todos sus prolongados efectos en la salud física y mental.

Que nadie se equivoque. Esto no va de vender humo ni mucho menos miedo, sino de entender que todos seguimos siendo responsables de nuestra propia salud y, sin duda, de la de nuestros adultos mayores o personas cercanas que viven con una condición clínica delicada. No todos saldrán bien librados de la irrupción de eris, como también se le conoce a un planeta enano del Sistema Solar y, en la mitología griega, a la diosa de la discordia. Sin caer en la superstición, pero por si las moscas, a esta tipa, al menos, deberíamos tenerle respeto. A vacunarse los que aún no lo han hecho y, si hace falta, cuando aparezcan los síntomas de siempre, a ponerse el tapabocas.