Despojarse de las diferencias políticas es vital. Dejar los egos de lado y enfocarse en el mismo objetivo, sin afanes de protagonismo ni metas particulares, será la clave para que Barranquilla y Colombia saquen adelante los Juegos Panamericanos 2027, que se disputarán en la capital del Atlántico y en algunas ciudades de nuestro Caribe que oficiarán como subsedes si están dispuestas y si son aprobadas por Panam Sports, ente rector de las competencias y el que tiene la última palabra en ese sentido, de acuerdo con cuestiones logísticas y deportivas.
El éxito de unas justas depende de que exista un compromiso serio de las autoridades nacionales y locales, que ambas partes trabajen en un mismo fin, con sensatez, orden, celeridad, comunicación fluida, recursos disponibles y, ante todo, planificación, mucha planificación.
“La buena planificación es la ciencia del éxito”, dijo Neven Ilic Álvarez, presidente de Panam Sports. Los Juegos que entrarán en la Puerta de Oro de Colombia son los más trascendentales para el continente americano después de los Juegos Olímpicos, y solo se han realizado una vez en el territorio nacional, en Cali en 1971.
Bogotá, Medellín y la misma Cali fallaron en su intento por alcanzar la sede de un evento que ha tenido como ciudades organizadoras a Buenos Aires (1951), Ciudad de México (1955 y 1975), Chicago (1959), Sao Paulo (1963), Winnipeg (1967 y 1999), Indianápolis (1987), La Habana (1991), Río de Janeiro (2007) y Toronto (2015), entre otras.
La capital del Valle procuró repetir como sede en 2007, pero Río de Janeiro resultó la elegida. La capital colombiana trató de acoger las ediciones de 1999 y 2015, pero finalmente las ciudades canadienses de Winnipeg y Toronto le ganaron la pulseada. La capital de Antioquia quiso convertirse en epicentro de los Juegos de 2003, pero Santo Domingo (República Dominicana) salió airosa.
Un certamen tan esquivo y relevante no puede organizarse en medio de polémicas o disputas caprichosas con tintes políticos, las cuales retrasen el proceso para estructurarlo y empezar a ejecutar las obras, establecer la logística y definir todo lo que se requiere para su exitosa organización.
“No crean que falta mucho, siempre falta poco”, recomendó Harold Mayne-Nicholls, director de los Juegos Panamericanos Santiago-2023, haciendo alusión a que los comités organizadores suelen ver lejanas las fechas inaugurales y se desperdicia mucho espacio de tiempo que posteriormente se refleja en obras inconclusas o deficientes en vísperas del comienzo de la acción.
El Gobierno nacional, a través del Ministerio del Deporte, la Alcaldía de Barranquilla, la Gobernación del Atlántico y el Comité Olímpico Colombiano (COC) deben seguir trabajando de la mano como lo hicieron en los últimos meses para evitar que Barranquilla perdiera la sede que se ganó por aclamación unánime. Aunque existían, y se seguirán presentando, desacuerdos en algunos temas, como es natural, juntaron fuerzas, rescataron las justas y las echaron a andar. Ya recibieron unidos, la ministra Astrid Rodríguez y el alcalde Jaime Pumarejo, la bandera panamericana en la clausura de Santiago-2023, y todas las partes instalaron y quedaron en el Comité Organizador de Barranquilla-2023.
La unión hace la fuerza para cargar una responsabilidad que asciende a los 400 millones de dólares, un monto por debajo de los 650 millones que invirtieron los australes. Otra diferencia es que los Juegos fueron financiados en su totalidad por el Gobierno nacional de Chile. En Colombia la nación aportará el 60%, mientras el Distrito de Barranquilla, la Gobernación del Atlántico y las posibles subsedes cubrirán el 40% restante.
Hay que recibir 7 mil deportistas de 41 países. No es sencillo. Todo invita a mantenerse unidos y a laborar sin descanso y en armonía. Ese es el desafío inicial de unos Juegos en los que Colombia tiene que lucirse en lo deportivo y en lo organizacional. Así que de entrada debe luchar por la medalla de oro en unión.