La reciente pandemia de covid-19 corroboró la importancia de las vacunas en el mundo como un instrumento decisivo de salud pública que salva vidas. Minar la confianza de los ciudadanos en su comprobada seguridad, protección y efectividad, sustentada además en evidencias científicas, es en sí mismo un acto irresponsable. Si quien lo hace es la primera autoridad sanitaria del país, como acaba de ocurrir con el ministro Guillermo Alfonso Jaramillo, se corre el riesgo de que sus palabras se conviertan en un mensaje desestabilizador para el bienestar de millones de personas.

Horas después de su desafortunada, insensata y calenturienta retahíla lanzada en la Comisión Primera del Senado, donde aseguró, por un lado, que las vacunas contra el covid habían entrado sin permiso al país y, por otro, que quienes se inmunizaron con los biológicos fueron parte de un experimento global que puso en riesgo su vida, en particular las de comunidades campesinas, pueblos indígenas y afrodescendientes, el ministro Jaramillo reculó. Lo hizo en un extenso comunicado en el que en tono mesurado, sin alarmismos, referencias populistas ni de lucha de clases, ponderó la eficacia de los biológicos, de los que dijo son “seguros y salvan vidas”.

Quienes con desconcierto escuchamos su descalificador discurso inicial en el que arremetía de frente contra las vacunas de tecnología ARN mensajero, desearíamos creer que su pronunciamiento del jueves, en el que no reconoce error, sino que habla de malentendido, responde a un genuino acto de contracción. Sí, se desmarca Jaramillo de su insólita e infundada postura, pero el daño ya está hecho.

No solo ha dado una bofetada al trabajo denodado del notable talento humano en salud, sino que sus argumentos han alentado dudas o reticencias, no de los declarados antivacunas, sino de aquellos que deciden no inmunizarse, apelando a la libertad individual de contagiarse o enfermar, sin tener en cuenta la responsabilidad colectiva que a todos nos asiste.

Aciertan las asociaciones y sociedades científicas que de manera unánime y vehemente han rechazado lo manifestado por el ministro, el mismo que defiende en el Congreso la reforma de su sector bajo criterios de prevención. ¿Qué son las vacunas sino una estrategia para prevenir enfermedades infecciosas? Que no se olvide. Con indispensable claridad, además de rigurosidad técnica, lejos de intereses políticos o ideológicos, estas organizaciones cierran filas en torno al éxito científico y de salud pública que han representado las vacunas de tecnología ARNm contra la covid-19 desarrolladas en tiempo récord, porque la premura de la pandemia así lo demandaba.

Los actores globales trabajaron coordinados, con información, innovación e inversión compar tidas, para sac ar adelante una misión, reconocida ahora con el Premio Nobel de Medicina 2023. Pudo ser mejor, probablemente, pero este avance de la ciencia ha permitido inmunizar a miles de millones de personas en el mundo, previo cumplimiento de las etapas de investigación basadas en el método científico. En Colombia no fue diferente.

Las sociedades científicas precisan que los biológicos del plan nacional de vacunación fueron aprobados para su uso de emergencia por el Invima tras pruebas regulatorias y avales científicos, su aplicación no se trató de un experimento y en la vigilancia posterior no se conocen efectos adversos graves. Es más, estudios demostraron que estos medicamentos lograron reducir en 82,7 % el riesgo de hospitalización por covid y en 86 %, el de morir, con un costo-efectividad realmente incuestionable.

Queda claro que las vacunas son la solución y no el problema, como intentó demostrar el ministro Jaramillo en su desatinada declaración. Si esa es su opinión personal, respetable en cualquier c aso, debería mantenerla al margen del cargo que ostenta en la actualidad. Carece de lógica o coherencia liderar estrategias de vacunación, convocar a jornadas masivas para que los ciudadanos se inmunicen a tiempo y completen sus esquemas, mientras se siembran dudas sobre la eficacia de una herramienta vital para proteger a las personas. Las vacunas son un triunfo de la humanidad.

En el tablero de la salud, aún tenemos muchas lecciones que aprender para anticiparnos o prepararnos mejor ante futuras crisis, pero no es desacreditando las experiencias anteriores como se encontrarán las respuestas que hacen falta. Así que rigor, prudencia y sensatez.