Alejandro Char se posesiona este viernes en el barrio Rebolo como el nuevo alcalde de Barranquilla. El próximo lunes lo hará el gobernador electo del Atlántico, Eduardo Verano, en la Catedral. En un hecho inédito de nuestra historia política, ambos arrancarán el 1 de enero de 2024 un tercer mandato, tras gobernar a la ciudad y al departamento, respectivamente, de 2008 a 2011 y de 2016 a 2019.
No es lo único que los une e identifica. Los dos fueron elegidos en octubre pasado con votaciones que superaron, de lejos, sus anteriores resultados. Es evidente que el incontestable respaldo otorgado por las urnas, reflejo de la libre voluntad de los ciudadanos, los compromete mucho más con este territorio que, pese a avances que han contribuido a mejorar la calidad de vida de buena parte de sus habitantes, todavía afronta importantes desafíos que no pueden esperar.
Su visión compartida de llevar a la ciudad y al resto del departamento a otro nivel, como lo han señalado públicamente, lo cual no es menor porque nos ahorrará desgastantes disputas en la construcción de un proyecto común, resulta garantía de futuro ante los actuales retos.
Generar alternativas de valor, con el sector privado y, sobre todo, de la mano de las comunidades, que los regresaron al poder, debe ser una de sus prioridades para seguir dando pasos certeros en el arduo camino de transformación social, innovación educativa, crecimiento económico y desarrollo urbanístico sostenible, iniciado durante su primer mandato, justo 16 años atrás. Queda mucho trabajo por delante hasta concretar las metas.
Barranquilla y el Atlántico en general tienen que continuar mirando hacia el futuro. La mayoría de los problemas que encaran a diario sus 2,8 millones de habitantes no son tan distintos ni distantes a los de otros lugares, pero las soluciones que aquí requerimos deben surgir de nuestro propio contexto.
Partiendo de un análisis de Fundesarrollo y gracias al aporte de expertos en distintas áreas, EL HERALDO profundiza esta semana en asuntos claves de los que deberán ocuparse sin falta Char,
Verano, así como los mandatarios municipales, que según las fortalezas de sus territorios ya han diseñado sus hojas de ruta.
Con independencia de otros frentes abiertos, entre lo más apremiante aparecen escollos del mercado laboral, como la informalidad, las brechas de género y el desempleo juvenil; los elevados niveles de endeudamiento que ponen en riesgo las finanzas públicas; las altas tarifas de energía eléctrica; las dificultades del transporte público masivo con su congestión vial, falta de conexión entre rutas, la crisis de Transmetro o aún la inconclusa integración del sistema, y el aumento en delitos de alto impacto por la expansión del crimen organizado. Cada uno es más complejo que el otro.
De eso no cabe la menor duda, tampoco la hay sobre el conocimiento que tienen de ellos los futuros gobernantes, que desde el primer momento de su gestión deberán hacer uso de su buen juicio, comprobada experiencia y reconocida habilidad de ejecución para articularse con miras a encontrar las salidas más pertinentes.
Sabemos que ninguna fórmula mágica ni receta populista resolverá nuestras dificultades. La realidad nos ha demostrado que solo el esfuerzo colectivo, las alianzas estratégicas, el trabajo institucional armónico, el diálogo constructivo y la vocación de servicio, entre otras premisas, son las palancas que elevan el desarrollo social y económico para garantizar más oportunidades e inclusión, en especial a quienes así lo reclaman, como jóvenes y mujeres.
La apuesta de construir una sociedad más equitativa, como defienden Alex Char y Eduardo Verano, que ofrezca progreso, seguridad, acceso a educación, empleo, emprendimiento, salud, vivienda o mejor espacio público, debería dejar sin efecto cualquier pretensión de marcar diferencias partidistas o de favorecer determinados intereses políticos. Ese es el deber ser, pero los antecedentes de tensiones del presidente Petro con algunos de los nuevos alcaldes de las principales ciudades, los de una corriente política opuesta a la suya, generan desconfianza. Pese al recelo por el despertar de las regiones, su Gobierno no debería permitirse darles la espalda ni condicionar su relación institucional que, antes que nada, deberá estar signada por el pragmatismo, por el bien de Colombia que es el de todos.