Lo que mal empieza, mal acaba. Barranquilla perdió, finalmente, la sede de los Juegos Panamericanos 2027, los segundos en importancia después de los Olímpicos, por los que había luchado sola desde 2018, remando además contracorriente durante el último año y medio. Pero será Colombia la que en definitiva tendrá que asumir, quién sabe por cuánto tiempo, las consecuencias de la indecisión, dejadez o negligencia del Gobierno nacional. Francamente, de su incomprensible estulticia que no le dejó avanzar con oportuna diligencia para honrar sus deberes.

En primera instancia ya se erosionó el prestigio e imagen internacional del país, a lo que podrían sumarse en el futuro eventuales restricciones a aspiraciones de ciudades para ser sedes de justas deportivas. Pero, lo más lamentable es que con su descuido e indolencia, el Gobierno nacional les cerró las puertas en la cara a nuestros deportistas más destacados que sueñan toda su vida con una oportunidad tan trascendente como esta para demostrar sus méritos en casa.

El perentorio anuncio de Panam Sports, en el que retira la organización de los Panamericanos a Colombia, Atlántico, Barranquilla y al Comité Olímpico, y rescinde el contrato firmado con los anteriores en 2021, nos sitúa en el peor escenario de credibilidad institucional. Todo indica que hemos perdido la confianza, también el respeto de la entidad rectora continental del deporte por el desdén e inoperancia de un Gobierno que, por torpeza política o falta de visión estratégica, no atendió sus compromisos a tiempo, los mismos que había adquirido apenas unas semanas atrás.

A regañadientes, el Ejecutivo de Gustavo Petro, primero con María Isabel Urrutia y luego con Astrid Rodríguez, sus ministras del Deporte, pretendió ocuparse de asegurar la realización de los Juegos Panamericanos 2027. Puro paripé. Desde el principio quedó claro que esta no era una de sus prioridades. De modo que sin voluntad política ni el menor interés de acompañar a Barranquilla en un proyecto de alcance nacional, que trascendía a la ciudad en su impacto socioeconómico y, sobre todo, en relevancia deportiva para los atletas colombianos, se dedicó a dilatar, a postergar, la definición de las justas, tanto en términos de su financiación como de la organización misma. Presionado por diversos sectores, salió de su marasmo sin muchas certezas.

Pero, el tiempo jamás dejó de correr para la Organización Deportiva Panamericana que ante la irresolución del Gobierno nacional lanzó tajantes advertencias sobre el incumplimiento de requisitos acordados, en 2023. Una de ellas, el 30 de agosto, y la definitiva, el 26 de octubre, durante los Juegos de Chile, que convocó al entonces alcalde Jaime Pumarejo y a la ministra Rodríguez a Santiago para concertar salidas. O lo que es lo mismo, para fijar nuevos plazos que conjuraran el retiro de Barranquilla como ciudad sede. Términos que, por las razones que sean, inexplicablemente, y pese al ultimátum de Panam, se infringieron al cierre de 2023, cuando se debían girar USD4 millones, mientras que otros USD4 millones se pagarían en enero. ¿Qué fue lo que pasó ministra, Neven Ilic le confirmó sí o no que se le podría cancelar en fechas distintas?

Mienten quienes dicen que Barranquilla no honró sus compromisos como sede de los Juegos. No solo pagó más de USD1.250.000 por los derechos del contrato y otras obligaciones a Panam Sports, también respondió por la inversión en estudios, diseños, preparación del proyecto y logística, que permitió el logro histórico de obtener la sede, y se mostró complacida de que se sumarán otras ciudades de la región Caribe. Conscientes de su impacto socioeconómico, como ocurrió con los Centroamericanos y del Caribe en 2018, Barranquilla y el Atlántico apostaron por los Panamericanos como una forma de apalancar crecimiento, turismo, marca país y, ciertamente, para hacer del deporte un eje articulador de su tejido social. Estudios indicaban que el evento dejaría en la ciudad $2,3 billones, generaría unos 20 mil empleos y atraería a 70 mil turistas.

Sin perder la esperanza, el alcalde Alex Char, también el gobernador Eduardo Verano, confían en gestiones in extremis del Gobierno nacional, que dice ahora haber acordado con Panam el pago de los USD8 millones en enero de 2024 y no en los términos señalados por la entidad internacional. Tarde.

Pensar con el deseo no es suficiente, improvisar tampoco es una opción. La Organización Deportiva Panamericana insistió durante meses, demandó plan de trabajo, inversiones, compromisos, hasta que al final demasiados plazos incumplidos quebrantaron la relación de confianza que había construido Barranquilla. Como tantas veces advertimos desde esta tribuna, no solo era una cuestión de dinero, sin duda asunto clave, sino de credibilidad que se esfumó. Para los que creen, los milagros existen, pero por lo pronto Barranquilla se ha quedado sin los Juegos.