A la ministra de Vivienda, Catalina Velasco, le sobran buenas intenciones para reactivar el sector de la construcción que encadena 18 meses en números rojos, pero los resultados no la acompañan. No por el momento. El balance de 2023 hecho público por el presidente de Camacol, Guillermo Herrera, es desolador. Cada indicador resulta más dramático que el anterior. Más de 106 mil viviendas VIS y No VIS se dejaron de vender el año pasado en todo el territorio nacional, lo que equivale a una contracción de 44,9 %, comparada con el 2022. 86 mil de ellas corresponden al segmento de interés social, el más golpeado por esta fortísima crisis, que registró una estrepitosa caída de 49,7 %. Adicionalmente, cerca de 38 mil hogares desistieron de la compra de su vivienda, un 62,9 %, una cifra récord en la que 7 de cada 10 fueron VIS, por cierto.
Por si estos números no fueran ya lo suficientemente preocupantes e ilustrativos de la tendencia negativa de los indicadores comerciales, los de obra también son angustiantes porque anticipan que el panorama no variaría en el corto plazo. En 2023, las unidades licenciadas de vivienda cayeron 38,5 %, y en 28,4 % lo hicieron los inicios de obra de nuevos proyectos, 138 mil frente a 193 mil de 2022. En términos económicos, las cifras bien se podrían resumir en una sola: $20 billones, equiparable al recaudo anual que esperaba obtener el Gobierno de la reforma tributaria.
Ese es el monto que el año anterior dejó de entrar a la economía colombiana por la decisión de hogares y de constructores de no destinar sus recursos a un sector que otrora ha sido clave para la generación de empleo, pero que desde finales de 2022 ha estado signado por la incertidumbre, falta de confianza inversionista e inestabilidad en general. Tormenta perfecta que no amaina, no es fácil de entender ni de digerir por aquellos que resignaron su sueño de tener vivienda propia.
Sin seguridad ni claridad frente a las reglas de juego en la asignación de subsidios en un programa tan decisivo como ‘Mi Casa Ya’, como le contaron a EL HERALDO familias que desistieron de la compra de su vivienda, al igual que representantes de constructores, los cierres financieros se les dificultan cada vez más. Detrás de este escenario complejo, pero sobre todo frustrante, también aparecen, por un lado, las elevadas tasas de interés que encarecieron el costo del dinero y redujeron su capacidad de endeudamiento y, por otro, el alto precio de insumos para el sector.
Los efectos de este difícil momento también se han dejado sentir en el Atlántico, donde el año anterior apenas se vendieron 10.470 viviendas, 14.515 menos que en 2022, cuando se comercializaron casi 25 mil. Esta caída, de 59,2 %, principalmente del segmento VIS, mucho más pronunciada que en el conjunto nacional, y los 4.191 desistimientos de compradores en el departamento obedecen, según Camacol Atlántico, “en gran medida a las especulaciones sobre la continuidad y accesibilidad de ‘Mi Casa Ya’, que generó que algunos cierres financieros de viviendas separadas no culminaran con éxito”. Nada distinto a lo que sucede en el resto del país.
Con insistencia, la ministra Velasco ha dicho que encontró en agosto de 2022 una difícil coyuntura por ligerezas del anterior gobierno, lo que llamó promesas sin respaldo, con una fila de 500 mil familias a la espera de subsidios, un stock de 200 mil viviendas en proceso de construcción y una disponibilidad presupuestal de 23 mil subsidios para cuota inicial.
Estamos terminando enero de 2024, si la casa ya se organizó, ministra, pues se requiere acelerar todo lo que sea posible la entrega de subsidios. Se anuncian 50 mil este año, aunque Camacol señala que harían falta al menos 75 mil para solventar el déficit acumulado. También es vital que sigan bajando las tasas de interés.
Queda claro que la palabra mágica es confianza, también realismo. Si la vivienda prende motores, su demostrada capacidad de generar encadenamientos productivos jalonará crecimiento económico y generación de empleo e ingresos, determinantes para superar la actual coyuntura. La ministra Velasco como el gremio de los constructores saben que aún quedan asuntos por resolver antes de estabilizar un sector de tanta relevancia para el país que demanda articulación entre muchos actores, pero sobre todo voluntad para entenderse y capacidad de concertación. Adelante, las ilusiones de miles de familias que aspiran tener su casa propia están en sus manos.