Pocas cosas más importantes que dignificar la vida de la gente harán de Barranquilla la ciudad unida, solidaria, cohesionada socialmente y con el mejor futuro posible que todos aspiramos tener. Que 155 vendedores estacionarios cuenten por fin con un espacio adecuado para trabajar, tras ser reubicados en la recién inaugurada Galería Sredni-La Esquina del Marquetero, situada en la carrera 43 entre calles 38 y 39, representa un avance determinante en este propósito común.

La apertura del nuevo punto de encuentro del comercio, en un centro cada vez más renovado, merece no solo ser destacada por los beneficios que trae consigo en diversos ámbitos, en especial para quienes no se cansan de celebrar que por primera vez tienen asegurado un techo bajo el que trabajar. Una cuestión que la mayoría de nosotros da por descontado a diario. También esta es una oportunidad de oro para que los barranquilleros con su masiva presencia y, en lo posible, con compras acompañen la apuesta de comerciantes, cocineras, marqueteros o relojeros, que enhorabuena acaban de comenzar una de las etapas más ilusionantes de sus vidas.

De hecho, aumentar sus ventas, mejorar ingresos, visibilizar su trabajo, contar con más oportunidades y, en definitiva, ser tenidos en cuenta para dejar de ser ‘pisoteados’, una apreciación bastante más literal de lo que parece, hacen parte de las justas aspiraciones de estos hombres y mujeres que miran su porvenir con optimismo. Algunos de ellos, como don Geovanny Muñoz, vendedor de libros infantiles, permanecieron décadas, 34 años en su caso, expuestos al sol, la lluvia u otras contingencias, mientras ganaban el sustento diario ofreciendo sus productos en chazas ubicadas en las aceras de la carrera 43 entre calles 34 y 38, que ahora lucen despejadas.

Asistimos en primera fila a un ejercicio de transformación urbana, con enorme impacto social y económico, que además elevó de la noche a la mañana la percepción de seguridad de peatones y conductores que circulan por esa zona, como muchos se lo indicaron a EL HERALDO. Quienes también se expresan complacidos por la reubicación de los vendedores estacionarios en el mercado Sredni son los comerciantes formales, sus antiguos vecinos, que lo valoran como un nuevo comienzo para sus propios negocios. No es exagerado decir que este gana-gana, que vale la pena ser replicado todas las veces que haga falta, es en sí mismo un proceso notable que consolida lazos de armonía, convivencia ciudadana y fortalece el capital social de la democracia.

Barranquilla afianza con La Esquina del Marquetero la recuperación integral de su zona céntrica, un macroproyecto que comenzó a materializar la administración anterior, la de Jaime Pumarejo, y que el actual alcalde, Alejandro Char, le ha dado todo el empuje. Decisión política acertada para seguir orientando su hoja de ruta en, al menos, tres aspectos claves. El primero, hacia la dignificación de las condiciones laborales de los vendedores estacionarios que esperan ser reubicados en los nuevos mercados de la ciudad. El segundo, hacia la restauración, preservación y protección del patrimonio histórico, arquitectónico y cultural del centro, a partir de experiencias de la comunidad internacional. Y el tercero, hacia el rescate del espacio público, despejando andenes, calles, plazas, para generar sentido de pertenencia, bienestar y seguridad.

Con la puesta en marcha de Sredni o La Esquina del Marquetero, como antes ocurrió con las galerías Robertico y San Nicolás, la Esquina del Arte, el Callejón Policarpa, la rehabilitación de La Magola, la Plaza del Cabrito y otros espacios comerciales intervenidos en los últimos años en el Centro y en Barranquillita, los beneficios para los vendedores son evidentes, también para sus clientes, compradores o visitantes en general. Seguramente, aún existen muchos retos por superar, pero es un proceso sin vuelta atrás que merece nuestro respaldo hasta hacerlo propio.

El centro de Barranquilla es de todos. La historia de la ciudad, la de nuestros mayores, muchos de ellos ya ausentes, se escribió en sus calles, esquinas y plazas. Revitalizarlo, dotarlo de seguridad, devolverle el esplendor que sus edificaciones tuvieron, al igual que cuidarlo, pero –sobre todo– quererlo, son actos de justicia intergeneracional. La voluntad política, la articulación público-privada y el compromiso ciudadano serán esenciales para concluir la tarea hasta hacer de él un espacio de reencuentro, en el que el turismo genere desarrollo socioeconómico y progreso. Es una cuestión de autoestima, de amor por Barranquilla, que también es fundamental.