Mucho ruido y pocas nueces. Otros dirán, pura paja. Estas populares expresiones bien resumen lo que pasó, o mejor lo que no pasó, en la tan cacareada Cumbre Energética del Caribe, en Sincelejo, en la que los habitantes de la región, tan necesitados como estamos de soluciones, habíamos depositado las esperanzas para que se concretaran acciones o medidas inmediatas que solventaran o, al menos, aliviarán la sobrediagnosticada crisis de las impagables tarifas de energía. Pero, al final, estas nunca llegaron y quienes fueron por lana regresaron a sus territorios trasquilados, tras escuchar el inmutable libreto del ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho.

Como no existe peor sordo que aquel que no quiere oír, no sorprende que el encuentro, concebido como un espacio de “diálogo, concertación y soluciones” con el Gobierno nacional, hubiera salido tan mal. El Ejecutivo nos volvió a ver a los caribeños la “cara de marranos”. Lo había anticipado el alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, el primero en declinar su asistencia, como luego hicieron otros gobernantes indignados como él por la inminente falta de resultados.

Es cierto que miembros del Gobierno central, con el ministro Camacho a la cabeza, se tomaron la molestia de escuchar, una vez más, de gobernadores, alcaldes, congresistas, gremios y usuarios el más que justificable memorial de agravios sobre los altos costos que pagamos en la región por el servicio de energía, pero de momento siguen sin comprender ni asimilar el sentido de urgencia de la situación. Insisten en ofrecer soluciones a mediano o largo plazo, hechas a su acomodo, que no contrarrestan la apremiante crisis socioeconómica que afrontan los hogares, en especial los de estratos 1 y 2, que destinan casi el 65 % de sus ingresos mensuales a pagar las facturas de luz.

El resultado es desolador: la absoluta pérdida de su calidad de vida por el empobrecimiento energético al que están condenados desde hace años, lo que ha lesionado su dignidad, a tal punto de que han perdido confianza en un sistema que les ha mostrado total incompetencia e indolencia.

La idea de los municipios, comunidades u hogares energéticamente sostenibles, en los que el Gobierno nacional dice que invertirá un billón de pesos para construir soluciones fotovoltaicas es una iniciativa bien intencionada en contextos normales. El nuestro, usted bien lo sabe ministro, no lo es, de manera que sin darnos más largas ni bailarnos el indio con evasivas populistas que solo nos han llevado a perder el tiempo, cuando no a caer en las trampas de creer o esperar salidas que no garantizan resultados inmediatos, conviene que le digan al Caribe, de una vez por todas y sin excusas, si están dispuestos a tramitar los remedios que les reclaman sus ciudadanos.

Está claro que el presidente Petro y su Ejecutivo heredaron este problema, no lo originaron, pero no olvidemos que desde hace 19 meses gobiernan, toman las decisiones y manejan la chequera. Su primera apuesta, la de la Justicia Tarifaria, fracasó. Ahora en la construcción de su nuevo modelo energético, del que apenas conocemos ideas sueltas, hablan de revisión integral de la fórmula tarifaria, de reforma a la Ley 142 de Servicios Públicos, y de reconsiderar normas, regulaciones y otras disposiciones, algunas de las cuales están en manos de una Creg en interinidad –por lo que no se entiende bien cómo ocurriría- para solventar las altas tarifas de energía. Como si esto fuera soplar y hacer botellas. Ninguna de estas acciones tiene impacto en el corto plazo, y a saber si lo tendrán a futuro, porque no se dirigen a superar las causas puntuales de la crisis, que son la opción tarifaria, pérdidas técnicas y no técnicas y falta de oferta de energía.

Si el Gobierno nacional no destina recursos del Presupuesto General de la Nación a cubrir los saldos de la opción tarifaria y los cobros de las pérdidas, que se nos cargan a los usuarios, ni se excluye de la tarifa las inversiones en mejoramiento y expansión de la infraestructura, que también se nos trasladan, ni se modifican los límites del consumo de subsistencia como un acto de mínima equidad tarifaria con el Caribe, pues todo lo demás que se haga será un canto a la bandera: útil a futuro, pero no ahora. Mejor dicho, el valor de la factura no nos bajará, ni a tiros.

Así las cosas, seguiremos esperando que nos suene la flauta, como lo están los moradores de Las Malvinas, Las Nieves, Montes, La Playa y Los Trupillos, los barrios de Barranquilla que en octubre de 2023 fueron confirmados por el presidente Petro y el ministro Camacho como sedes del piloto de las comunidades energéticas, en el que se invertirían $15 mil millones, y donde hasta ahora, eso fue lo que le dijeron a EL HERALDO, no han visto el primer panel solar. Bastante elocuente.