Olímpicamente, el presidente de la República, Gustavo Petro, manifestó que el Ministerio del Deporte es “una pérdida de tiempo”. Así, a secas, sin sonrojarse, ni titubear, justo ante los ojos y oídos de quien estaba posesionando como nueva jefe de esa cartera, Luz Cristina López.
Semejante bienvenida le dio a su tercera ministra del Deporte en 19 meses de gobierno. Es como si le hubiera dicho: ‘ahí te dejo ese ‘encarte’ que a mí me importa poco’. Petro aseguró abiertamente que no era enemigo de la tesis según la cual no había beneficio alguno de pasar de Coldeportes a un Ministerio, pese a que el cambio ha procurado darle una mayor relevancia al deporte en la agenda pública y asegurar un presupuesto de inversión más alto. En su etapa final el instituto manejó $460 mil millones al año y, en 2023, el Ministerio ya superó el billón de pesos.
Indudablemente, la cuestión de fondo pasa, por un lado, por hacer realidad las metas que se fijen para engrandecer el deporte, a sus protagonistas, a la actividad física y a la recreación en todo el país, mediante políticas públicas concertadas con los distintos actores del sector. Y, por otro, de darle el destino pertinente, acertado y, sobre todo, transparente a los recursos. De lo contrario, da igual la naturaleza de la entidad que reciba el encargo del desarrollo deportivo de la nación.
Ese es el quid del asunto. Quienes han dejado en alto el nombre de Colombia ante el mundo lo tienen claro, por eso reclaman “un proceso de planeación que refleje un deporte más social, más educador e incluyente”. “La actividad deportiva requiere y necesita de un gran esfuerzo institucional y presupuestal para consolidar nuestras destacadas posiciones y lograr muchas más”, eso fue lo que advirtieron grandes glorias del deporte, como Caterine Ibargüen, Cecilia Baena, Nairo Quintana, Juan Sebastián Cabal o Robert Farah, entre otros, en carta dirigida al mandatario, en la que también señalan el desinterés del Ejecutivo en impulsar a nuevos talentos.
Como otras de sus declaraciones salidas de tono, que parecen más de un activista o de un candidato que de un jefe de Estado, Petro no explicó ni argumentó a fondo por qué comparte esa consideración sobre el deporte, que no solo preocupó, sino que también hirió a gran parte de quienes integran este sector. Solo lanzó sus desconcertantes palabras al vuelo, en medio del acto en el que posesionaba a quien ocupará el lugar por el que ya pasaron la expesista y campeona olímpica María Isabel Urrutia, a quien declaró insubsistente por presuntos actos de corrupción, y a Astrid Rodríguez, quien presentó renuncia al cargo después de que se perdiera la sede de los Juegos Panamericanos Barranquilla 2027. Lamentable episodio que aún nos escuece.
Los perfiles técnicos y capacidades de gestión y ejecución administrativa de esas dos personas a quienes les encomendaron la dirección del ministerio y la increíble, ridícula y triste pérdida de las justas que Barranquilla había ganado por aclamación unánime en una asamblea de Panam Sports, tras un esfuerzo y trabajo institucional cimentado en la exitosa realización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018, ya ponían en evidencia que a este gobierno le faltaba afinidad con el deporte. Ahora sabemos el por qué. El jefe de Estado politizó e ignoró el proceso de organización de un evento que traería enormes beneficios a la ciudad, al departamento, a la región Caribe y al resto del país. Algo incoherente para quien ha predicado la necesidad de lograr “la paz total” para Colombia. Difícil imaginar algo más determinante para lograrla. ¿O no es así?
“El deporte en su esencia es sinónimo de unión. Cuando la selección hace gol todos nos abrazamos sin importar diferencias, cuando un colombiano va por una medalla todos empujamos desde acá con toda nuestra energía, cuando suena el himno en algún pódium, todos lo cantamos con amor patrio”, expresó la gran Mariana Majón, la tres veces medallista olímpica, días después de que Panam Sports retirara la sede a Barranquilla. Sí, Mariana, perdimos credibilidad internacional, posibilidad de ingresos, empleo e impacto social para las economías locales, también la ocasión de adecuar y construir escenarios –que no son solo ladrillos- y, sobre todo, perdimos futuro.
De manera que no es precisamente una pérdida de tiempo, señor presidente. Ojalá la ministra López, quien posee una amplia experiencia en el ciclo olímpico y es consciente de su relevancia, reconduzca el camino, derribe tantos imaginarios insidiosos sobre la utilidad del deporte y reestablezca la confianza con quienes nos han cubierto de gloria. Con la manera peyorativa como hasta ahora se han aproximado al deporte se han ganado una medalla de oro, pero a la desidia.