La historia del arroyo Carrera 21 - Rebolo en el suroriente de Barranquilla ha estado marcada por la tragedia desde que se tiene memoria de esta corriente que durante años fue, y aún no deja de ser, un enorme dolor de cabeza para la ciudad, pero especialmente para sus vecinos de los barrios Montes, Los Trupillos, La Luz y por supuesto Rebolo.

Registros históricos dan cuenta de que de las 113 personas que han fallecido a merced de las caudalosas y violentas aguas de los arroyos de la capital del Atlántico desde hace 100 años 32 perdieron la vida justamente en el llamado arroyo de la 21 - Rebolo, que tiene una extensión total de 4826 metros y un caudal de 105 metros cúbicos.

La canalización entre la calle 30 y el caño de la Auyama en los años 80 conjuró las inundaciones y las afugias de los residentes que padecían los efectos de las inundaciones producto de las fuertes lluvias. Y luego la canalización corriente arriba sobre la 21 acabó con la parálisis que el arroyo causaba en cada aguacero, con las consabidas pérdidas económicas que eso implicaba.

No obstante, la canalización abierta que desde hace unos 40 años conduce las aguas del peligroso arroyo se convirtió en un interminable basurero y foco de problemas ambientales y malos olores a los que debieron acostumbrarse los residentes de la zona.

“Una herida”, como lo llamó el alcalde Alejandro Char el día de su posesión sobre la canalización del arroyo el 29 de diciembre, y de la cual anunció que hacía falta “suturar” de una vez por todas, por “que nos divide, nos separa” y “es un monumento a la inseguridad”.

Si lo sabrán quienes por años aprendieron a convivir con todo lo que implica estar junto a un arroyo, por más canalizado que esté. Dos meses y unos días después el Distrito anuncia que se adjudicó el contrato por 92 mil millones de pesos para construir la losa de concreto reforzado que cubrirá el canal sobre una longitud de 1.357 metros.

Se trata de la tapa del arroyo sobre la cual será posteriormente levantado el Malecón del Suroriente, un parque lineal que, en palabras del mandatario distrital, “reconocerá todas las actitudes culturales y deportivas que tiene esta localidad de Barranquilla”.

La losa tiene previsto un tiempo de ejecución hasta el 31 de diciembre de este año, y la expectativa que tienen los habitantes de las viviendas ubicadas en los alrededores es de una gran magnitud. Así lo comprobó EL HERALDO que hizo un recorrido por el corazón del proyecto para medirle el pulso a lo que desde ya sueña la gente que será beneficiada por la obra. Se calcula que unas 324 mil personas que habitan en el suroriente de la capital del Atlántico resultarán cobijadas con el beneficio social y económico que debe generar el malecón cuando sea una realidad.

Cubierto el canal, se ha informado que el malecón tendrá dos zonas de gimnasios biosaludables, senderos de trote y ciclorruta, juegos infantiles, canchas de microfútbol, cancha múltiple, teatrino, tres jaulas de bateo, una pista de patinaje recreativa de 60 metros lineales, cancha de minibaloncesto, skate park y módulos de venta.

Es un proyecto que le viene bien a la ciudad, pero sobre todo a una de las localidades más golpeadas por la inseguridad y por la pobreza y que concentra gran parte de la historia y las tradiciones de Barranquilla. El arroyo de Rebolo le ha cargado un enorme estigma al barrio que lleva su mismo nombre y a los otros tres que son testigos inevitables de todas las tragedias que ha causado, pero que ahora merecen ser testigos de la transformación que promete.

Hará falta que la inversión en la infraestructura del nuevo malecón vaya acompañada de toda una estrategia para el desarrollo integral y social de la zona, y obviamente una de seguridad que permita a los barranquilleros y también a los visitantes disfrutar del nuevo espacio público. Por lo pronto ya se dio el primer paso de una obra que anhelaban en el suroriente y que ofrecerá una nueva cara y ojalá mucho sentido de pertenencia.