No es un secreto que las relaciones diplomáticas de Colombia en este gobierno han estado marcadas por las polémicas producto de las posiciones expresadas por el presidente Gustavo Petro, sobre todo a través de su cuenta de la red social X, antes Twitter, pero también por aquella que ha dejado de expresar en momentos cruciales, en relación con los conflictos Israel - Palestina y Rusia - Ucrania, capturas y ataques contra opositores en Venezuela, protestas en Cuba o elecciones como las de Argentina, en las que al final terminó vencedor Javier Milei.
Más de una vez las maneras del mandatario colombiano y sus expresiones han tensado las relaciones con varios países. El caso más reciente y que no termina de desarrollarse es con la República de Argentina. Eso sí, hay que decirlo, justo esta vez quien tiró la primera piedra fue el jefe de Estado del país del cono sur del continente, quien se refirió al presidente Gustavo Petro como un “asesino terrorista”, en una entrevista concedida a Andrés Oppenheimer en CNN en español, de la cual solo se conoció un adelanto y se publicaría completa la noche de este Domingo de Resurrección.
Esa sola frase provocó de inmediato la decisión de la Cancillería de Colombia de expulsar a los diplomáticos de Argentina en Bogotá, no sin antes expresar su repudio por las expresiones de Milei, advirtiendo que “han deteriorado la confianza de nuestra nación, además de ofender la dignidad del presidente Petro, quien fue elegido de manera democrática”.
Como si no hicieran falta dardos y petardos que detonen para desatar conflictos entre naciones, ambos presidentes han protagonizado desde la campaña electoral en Argentina una serie de ataques e insultos de lado y lado. El mandatario colombiano asemejó al entonces candidato Milei a Hitler por sus declaraciones al referir que “un socialista es una basura, un excremento humano”. Así mismo, Petro lamentó en su momento el triunfo del outsider argentino: “Nos regresa a Pinochet y a Videla”, ambos dictadores en su época.
Pero Javier Milei también ha repartido insultos contra los presidentes de México, Andrés López Obrador, y de Venezuela, Nicolás Maduro, al punto de que este último prohibió el sobrevuelo o aterrizaje de aeronaves argentinas, por lo que el equipo de fútbol River Plate tuvo que llegar a Cúcuta y de ahí viajar por carretera para llegar hasta San Cristóbal, donde está previsto que debute este martes en Copa Libertadores.
Vaya manera de hacer arder el vecindario. Milei, no cabe duda, está en su línea y estrategia de cuestionar y atacar sin pudor lo que representa la izquierda en Latinoamérica y apuntalar su liderazgo de derecha en la región.
No obstante, el panorama de poca diplomacia o el carácter reactivo que está evidenciándose en esta parte del continente es para preocuparse. El polémico, pero diplomático por excelencia, Henry Kissinger definía la diplomacia como “el arte de relacionarse entre Estados por acuerdo en vez de a través de la fuerza”. Por estos lados poco de acuerdos, pero mucho de griterías, insultos, egos y personalismos que poco contribuyen a la buena vecindad.
Otra reciente batalla diplomática que tensa una cuerda más de las relaciones de Colombia viene por cuenta del llamado, que se esperaba hace rato se hiciera por parte del gobierno Petro, al régimen de Maduro para respetar los acuerdos de Barbados y permitir unas elecciones libres y democráticas en Venezuela, tras los impedimentos a la opositora PUD (Plataforma Unitaria Democrática) para inscribir su candidatura.
Maduro, como es usual, denunció un plan de atentado en su contra, y lo que esperaba era la condena al supuesto plan, en vez de los llamados hechos por Colombia, por lo que declaró: “La izquierda cobarde, no son capaces de condenar los golpes, los intentos contra la revolución, contra la paz”. Y de inmediato vino la respuesta del presidente Petro, por X, por supuesto: “No hay izquierda cobarde, hay la probabilidad de, a través de profundizar la democracia, cambiar el mundo”.
El rancho ardiendo y el virus de la diplomacia reactiva se multiplica. ¿Donde están los estadistas en América Latina? ¿Dónde están la prudencia y la mesura que deben primar en los jefes de Estado? Confiemos en que los cancilleres, en el caso de Argentina y Colombia, estén en lo cierto de que no están rotas las relaciones. Y confiemos en que América Latina esté por encima de sus presidentes.