El que no llora…no le prestan atención. Eso parece haber le sucedido durante la última semana a los pobladores de la gran región Mojana, compuesta por 11 municipios de 4 departamentos, a quie nes les tocó hablar duro, elevar el tono de sus mensajes e, incluso, presionar con el anuncio de un nuevo paro para ser es cuchados por el actual director de la Uni dad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), Carlos Carrillo, quien f inalmente accedió a visitarlos hace poco.
En cualquier caso, se le abona su dili gencia, a diferencia de sus antecesores, el insustancial Javier Pava Sánchez y el muy cuestionado Olmedo López. Carrillo se reunió con las comunidades, verificó los trabajos de Cara ‘e gato y con firmeza ‘me tió en cintura’ al contratista de las obras de la muralla con la que se espera blindar a los mojaneros de la inminente embesti da del río Cauca.
Esa, la de contener las caudalosas aguas de la segunda arteria fluvial más impor El mundo de Turcios tante del país, no es una tarea que satisfa ga, entre otros, al propio Carrillo quien de manera enfática indicó que la construc ción del jarillón o dique carreteable no es la solución definitiva, pero como existe un compromiso de por medio lo van a conti nuar. Eso sí, sin adicionar un centavo más al contrato de cerca de $130 mil millones que adjudicó su antecesor, el tristemente célebre señor López.
Aferrados a la voluntad divina, los cam pesinos que toda la vida han habitado esa zona, a los que se les conoce como los ‘an f ibios’, confían en que el dique cerrará la boca de Cara ‘e gato. Es más, desde lo alto, a través de un dron o de un helicóptero, la imponente obra salta a la vista, luce tan inmensa como el paso del mismo río, y quizás por eso los nativos tienen puestas sus esperanzas en ella y en los trabajos de reforzamiento de otros puntos críticos, unos 20 para ser más exactos, los que ca da mojanero conoce con nombre propio por los daños que han padecido durante años.
Oswaldo Pupo, el guardián de las obras en Cara ‘e gato, estima que la visita de Ca rrillo conjuró el anunciado paro indefini do, ratificó la continuidad de los trabajos y demostró el compromiso del Gobierno con el proyecto, pero no sirvió para ace lerar el ritmo de las obras con la premura requerida. Como él, Rodrigo García Be rrío, vocero del Pacto Social por la Moja na, considera que no solo están a merced de Dios, como es natural, sino también de la buena voluntad de la Ungrd que debe pagarle al contratista según el avance, pa ra que más personal se sume a las labores.
Por ahora, estas van en algo más del 40 % de lo proyectado y solo se ha girado el 20 % del anticipo de $25.800 millones. Lo más inquietante es que el ritmo es lento, de hecho el número de trabajadores se redujo a menos de la mitad –de 150 se pasó a 70- y ‘La Niña’, con todo su ímpetu, está a la vuelta de la esquina. Urge prepararse para recibirla. Experiencias anteriores dan cuenta de sus efectos en un territorio tan vulnerable a los distintos fenómenos de variabilidad climática.
Impensable bajar la guardia ahora. Cada segundo vale oro porque se está lidiando con los cambiantes e impredecibles tiem pos de la naturaleza. Angustia, y esto es literal, que justo cuando las fuertes lluvias empiezan a provocar un aumento en el nivel del Cauca se les acaben las geobol sas. Preocupaciones que se les acumulan a los habitantes de la región. De tal suerte que la Mojana, casi tres años después de la ruptura de Cara ‘e gato sigue con vida, pero agoniza. También es cierto que ni así los mojaneros se apartan de su río, no quieren irse de su lado porque si bien hay épocas en las que, como dicen con ironía, los trata de ahogar, también hay otras en las que les asegura sus medios de subsistencia, en especial la pesca. No se les puede dejar solos, son decenas de miles de personas que reclaman una sali da definitiva, consensuada y, sobre todo, efectiva para garantizar una relación de confianza con su indómito vecino al que los une la vida.