Con el estruendo que ha provocado el urdido saqueo al que Olmedo López y su combo sometieron a la Ungrd, primero con los malogrados carrotanques para La Guajira y, luego, con el desvío de millonarios fondos destinados a las ollas comunitarias, el anuncio del Ejército de Liberación Nacional de retomar los secuestros económicos ha pasado prácticamente de agache.

Esta determinación del Comando Central agudiza la crisis que arrastra desde hace meses el proceso entre Gobierno y guerrilla, poniendo la negociación, una vez más, al límite de la ruptura.

Demuestra la delegación de paz del Eln su absoluto desprecio por la dignidad humana al anticipar con cinismo que regresan a la cacería de potenciales víctimas en los territorios para financiarse. Apenas tres meses mantuvieron los elenos su compromiso público de suspender los secuestros, a los que catalogan de “retenciones con fines económicos”, uno de sus consabidos eufemismos.

En su declaración vuelven sobre sus pasos de siempre, violan lo pactado con el Gobierno, le incumplen al país que no está dispuesto a tolerar nunca más la práctica criminal del secuestro, vulneran la confianza de los acompañantes y garantes internacionales del diálogo, pero sobre todo, como asegura la Defensoría del Pueblo, ratifican su “nula intención” de avanzar en las conversaciones para ponerle fin a un conflicto que nos ha desangrado a lo largo de 60 años.

Su justificación para reactivar los secuestros retrata a la perfección la incoherente postura o falta de voluntad de ocasiones anteriores, cuando se les ha exigido dar pasos decisivos hacia la paz.

Dice el Eln que el Gobierno no puso en marcha el Fondo Multidonante, un instrumento financiero al que la comunidad internacional aportaría recursos para actividades de paz relacionadas con la negociación. Con firmeza, no cabe otra posición ante lo que luce como un chantaje, la jefa de la delegación del Gobierno, Vera Grabe, señaló que este no se concibe como una contraprestación para que la guerrilla deje de secuestrar a cambio de un pago por la manutención de sus filas.

Es evidente que no les quedó claro el mensaje de que el comercio con seres humanos no tiene ninguna clase de justificación, no es negociable, ni se puede convertir el “cuerpo humano en una mercancía”, como aseguró el presidente Petro desde Barranquilla. En definitiva, todos somos el alto comisionado para la Paz, Otty Patiño, cuando les dijo que “el secuestro ni por el carajo”.

Al margen de la indignación, desconcierto o sorpresa inicial de los negociadores del Gobierno ante el destemplado anuncio del Eln, anticipan que insistirán en buscar soluciones al nuevo impasse. Por supuesto que la búsqueda de la paz como un bien común es una aspiración legítima de la humanidad a la que nunca se debería renunciar fácil; sin embargo, conviene que caminen con pies de plomo ante una guerrilla que cambia reglas pactadas en la mesa y, aún peor, desafía a un país que acusa un comprensible hartazgo por sus secuestros, extorsiones y otros crímenes.

Que nadie pase por alto que Colombia sumó 343 secuestros en 2023, la cifra más alta de los últimos 14 años, según la Fundación Paz y Reconciliación (Pares). Buena parte de ellos perpetrados en zonas donde el Eln tiene comprobada presencia. Juega la guerrilla con las expectativas de paz de los ciudadanos, mientras se aferra a acciones violatorias del DIH que le han valido el repudio de comunidades que les exigen asumir con verdad sus compromisos. Navega el Eln en distintas aguas, todas turbulentas, sin anclar su voluntad de paz en ninguna, en tanto el diálogo se ve condicionado por sus exabruptos, como el secuestro de Luis Manuel Díaz, o la crisis en la conducción de su máximo jefe, ‘Antonio García’, al que algunos frentes, como el de Nariño que adelanta de forma independiente su acercamiento con el Ejecutivo, no le copian.

Gobierno y Eln deben reencontrarse en un nuevo ciclo en Caracas, entre el 20 y el 25 de mayo. ¿Qué ocurrirá hasta entonces ahora que desatan zozobra con su sentencia de secuestro, acción repudiable que, como dicen los acompañantes del proceso, “lastima la conciencia de toda la nación colombiana”? Nada conduce a pensar que la guerrilla cambiará su tozuda forma de entender que el secuestro, tan rentable para ella, abre una herida que lesiona la dignidad de las personas y se convierte en un agujero negro que todo se lo traga, también las esperanzas de paz.