Treinta y seis mil quinientos días pasaron desde el 8 de junio de 1924, cuando el hidroavión Tolima se precipitó a tierra y sus seis tripulantes perdieron la vida en lo que sería la primera tragedia aérea que estremecería a Colombia. Y hasta para eso Ernesto Cortissoz Álvarez-Correa fue pionero. No podría ser de otra manera si también lo fue de la aviación comercial en el país.

Cortissoz perdió la vida en su ley, siendo lo que fue siempre en sus cortos 39 años de vida, un líder cívico, empresarial y social que hizo todo para impulsar el desarrollo económico de Barranquilla, la ciudad que acogió a su familia migrante y donde nació el ilustre emprendedor que dejó huella.

De hecho el día del fatídico siniestro, la misión que lideraba era lanzar volantes desde el cielo para presionar que se ejecutaran las obras de canalización del río Magdalena, puntualmente en Bocas de Ceniza, aprovechando la presencia entonces en la ciudad del ministro de Obras de la época.

Como no destacar, como lo hicimos este fin de semana en las páginas de EL HERALDO, lo que significó el aporte del hombre que impulsó la aviación en Colombia con la creación de la compañía Scadta (Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo), la primera aerolínea comercial en América Latina y que tuvo como epicentro la capital del Atlántico.

Es increíble cómo la visión de un hombre joven, alimentada desde el colegio por su tía que lo llevó a Europa a aprender varios idiomas y a expandir sus conocimientos comerciales, fue tan fructífera como para hacer crecer el negocio familiar Cortissoz y Compañía, que se desarrolló en varios frentes empresariales en la ciudad.

Uno muy importante fue el transporte fluvial con embarcaciones a vapor a través del río Magdalena, y fomentando las exportaciones e importaciones de mercancías desde y para todo el mundo.

Pero Ernesto Cortissoz Álvarez-Correa también fue fundamental en la creación de la Cervecería Barranquilla en 1913, y un año después en la creación del Banco de Crédito Mercantil, en 1914.

Con solo 30 años el visionario barranquillero había impulsado el desarrollo comercial y empresarial de una ciudad que se perfilaba como una gran capital del Caribe, al punto de que esa gran influencia le mereció ser partícipe en la fundación de la denominada Liga Costeña en 1919, que reunió a destacados dirigentes políticos, líderes cívicos y gremiales de Atlántico, Bolívar y Magdalena, con el firme propósito de hacer sentir la voz de la región y rechazar el centralismo que alejaba las inversiones que necesitaba la Costa. }

Vaya paradoja, un siglo después la lucha regional continúa. Hace más de 100 años Ernesto Cortissoz apeló a sus habilidades como empresario y comerciante para pujar y pensar en proyectos que generaran desarrollo para su ciudad, donde su familia echó raíces y donde aún hoy, a un centenario de su muerte, es recordado por sus iniciativas y legado.

El aeropuerto que sirve a Barranquilla y que fue inaugurado en 1979 lleva su nombre, como un recordatorio del protagonismo que tuvo como uno de los pioneros en la aviación en el mundo.

Ojalá el espíritu emprendedor y visionario que caracterizó a Ernesto Cortissoz y que le permitió en tan poco tiempo de vida hacer tanto por su ciudad pudiera multiplicarse y mantenerse con más fuerza que nunca, sobre todo ahora cuando la región Caribe en general no ha podido avanzar en la permanente lucha para combatir la centralización administrativa que le impide madurar los proyectos necesarios para reducir las brechas sociales con el interior del país.

Las batallas que Cortissoz libró son las mismas aún en las que el liderazgo regional no ha logrado vencer. Quizás otra historia hubiera sido si el vehemente y prolífico joven empresario hubiera podido continuar la tarea que con compromiso y dedicación comenzó y que terminó costándole la vida en el empeño de llamar la atención del Gobierno nacional para que mirara a Barranquilla y a la Costa, territorios con mucha riqueza y futuro promisorio que solo necesitaban una mirada del Estado centralista que aún gobierna.