Contrario a lo que las predicciones habían alertado, los partidos de centro no se hundieron en Europa por cuenta del ascenso de la ultraderecha en las elecciones. Sin embargo, el campanazo fue tan fuerte en algunos países que tiró las cuerdas de gobernantes como el francés Emmanuel Macron, quien no vio otro camino que el de disolver el parlamento y convocar a comicios anticipados ante la inminente derrota de su partido frente a la ultraderechista Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, un indicio de la fuerza que pueden tener los ultras en un futuro cercano, de no robustecerse las contrapartes, y por supuesto un cimbronazo para los grupos liberales y verdes, que no solo perdieron escaños, sino relevancia en el Parlamento Europeo.

Francia, Italia y Alemania le dieron el empuje principal al avance de la extrema derecha en los comicios, pues concentran un gran número de escaños, lo que por supuesto conmina a los demás partidos a lograr consensos rápidamente si se quiere minimizar la amenaza política que semeja un gigante dormido en el antiguo continente, y que está despertando para sacudir a los tradicionales como el centroderechista Partido Popular Europeo, que hace parte de la ‘Gran Coalición’ y es pro-UE, y que si bien mantuvo su liderazgo y ‘aguantó’ el embate, debe dar la lucha por evidenciarse como un “ancla de estabilidad”, como lo declaró la misma presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al final de la jornada.

La misma diplomática tuvo que reconocer el auge de los extremos, pero casi que descartó la unión del partido con facciones de extrema derecha. Durante una rueda de prensa aseguró que tenderá la mano a los centristas y liberales de Renovar Europa y al Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas para formar una “amplia mayoría por una Europa fuerte” y seguir impulsando a los partidos “proeuropeos, proucranianos y pro Estado de derecho”.

El coletazo también se sintió en países como Bélgica, donde el primer ministro, Alexander De Croo, decidió dimitir tras la derrota de su partido. En contraste, la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, y el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, se erigieron como los victoriosos de la jornada, ambos con discursos pragmáticos y una firme posición en pro de Ucrania.

Sin embargo, las alertas vienen no solo por el ascenso de la ultraderecha, sino por la caída de los grupos de izquierda, especialmente de los Verdes, cuyo bloque, según los resultados preliminares, habría bajado del cuarto al sexto puesto tras perder 22 escaños respecto a las elecciones anteriores de 2019, en las que obtuvieron su mejor resultado. Esto en momentos en que la misma Comisión Europea ha pregonado su lucha contra el cambio climático con objetivos ambiciosos. No en vano Laurence Tubiana, directora de la European Climate Foundation y una de las arquitectas del Acuerdo de París, expresó su preocupación por el terreno que ganaron los partidos ultras y aseguró que “solo unas políticas más justas y escuchar siempre más y mejor a los ciudadanos son la solución a la polarización”.

Es un momento estratégico, pero también reflejo de la tendencia que ya analistas venían advirtiendo en los diferentes países de la Unión Europea, donde no solo se evidenció en los comicios dicho ascenso de la derecha, sino un cambio en la correlación de fuerzas, como las de centro, mucho más derechizadas.

Otro tema álgido que queda a la deriva con los resultados es la inmigración, pues varios de los partidos de derecha y ultraderecha en general manejan un mensaje claro en contra de esta –con sus matices según cada caso–, pero especialmente de la proveniente de países musulmanes, lo que pone en una posición todavía más vulnerable a las miles de personas que cada año tienen que huir de sus territorios en busca de mejores condiciones para sus familias, un tema que en Europa lleva décadas en discusión y que, hasta el momento y más con estos comicios, no vislumbra un consenso claro y unificado en pro de una solución humana y no excluyente.