En Venezuela los actos de sabotaje contra los vehículos de María Corina Machado y de su equipo denunciados por la misma líder opositora han recrudecido el clima de tensión de una campaña electoral plagada de arbitrariedades del régimen.

En un video en sus redes sociales, la dirigente mostró como quedaron los automotores tras ser vandalizados con pintura, además a uno de ellos le vaciaron el aceite del motor y al otro le averiaron los frenos. Con su habitual pragmatismo, no dudó en calificar lo sucedido como un atentado en su contra, a 10 días de los comicios que podrían cambiar el rumbo del vecino país.

Este lamentable episodio, el más reciente de una intolerable cadena de represalias e intimidaciones contra integrantes, colaboradores e incluso simpatizantes de la Plataforma de Unidad Democrática (PUD), la principal coalición opositora de Venezuela, originó de inmediato categóricas declaraciones de rechazo de países y exjefes de Estado y de Gobierno que insistieron en reclamar garantías para una elección libre, justa y transparente el 28 de julio. Llamados que se suman al del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, quien había reclamado hace unos días el fin de las “restricciones al espacio cívico”, no sin antes indicar que si las detenciones no cesaban, pues “no auguraba nada bueno”.

Su sentencia desafortunadamente parece cumplirse a rajatabla. En la recta final de los comicios, al menos 70 personas vinculadas a la campaña opositora han sido detenidas o se desconoce su paradero, según estimaciones del candidato de la PUD, Edmundo González, y de organizaciones de la sociedad civil. Uno de ellos es el jefe de seguridad de Machado, Milciades Ávila, liberado en las últimas horas.

La represión ha sido tan brutal que hasta Juan Delpino, rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), uno de los órganos coaptados por el régimen, rechazó las “acciones excesivas” de los cuerpos de seguridad del Estado contra la oposición, víctima de una persecución salvaje que atenta contra el ejercicio de sus derechos políticos.

Pese a los recurrentes hechos de violencia e impedimentos antidemocráticos para hacer proselitismo en calles o plazas públicas, del discurso del miedo y el odio que alienta Maduro para amedrentar a los ciudadanos que acusan hartazgo de su desacreditado gobierno, de narrativas engañosas sobre conspiraciones o noticias falsas que hablan de una enfermedad terminal del candidato González o de los marcados ventajismos en una campaña tan desigual como anómala, la voluntad de cambio político de los venezolanos luce inquebrantable.

Parece que cada nuevo golpe bajo del régimen, los ciudadanos lo devuelven con renovados respaldos a la aspiración del exdiplomático, quien ha sido blanco de los más feroces insultos del chavismo que no sabe cómo frenar su creciente favorabilidad, según las encuestas.

En esta cuenta regresiva a la jornada electoral, Machado, sin perder la firmeza ni tampoco la voluntad de diálogo para negociar lo que ha llamado una “transición ordenada y sostenible”, asegura que es “inevitable el triunfo de la oposición".

Su estoicismo es admirable, pero el camino que les espera aún es incierto. Incluso si González triunfa en los comicios con una gran movilización popular, no está claro si Maduro reconocerá la derrota, así que el traspaso del poder, previsto para enero de 2025, necesitaría la puesta en marcha de acuerdos con garantías claras para ganadores y perdedores, sobre todo. En ese sentido, los buenos oficios de los presidentes Petro y Lula Da Silva serían determinantes. Lo de Estados Unidos, con un Biden diluido de la escena internacional por la crisis de su candidatura es poco probable.

En todo caso, aunque los ojos de la comunidad internacional permanezcan fijos sobre este crucial proceso Maduro y sus secuaces, aferrados al poder como lo están desde hace 25 años, harán lo que haga falta –dentro y fuera de los cauces de la legalidad, eso se da por descontadopara intentar no ser desalojados del Palacio de Miraflores. No sería la primera vez que apostaran por una estrategia espuria, desde manipular los resultados electorales hasta desconocerlos, para burlar la voluntad expresada por las urnas.

Corren tiempos retadores para una Venezuela fragmentada, exhausta, vaciada, donde la mayoría de sus ciudadanos, más que en cualquier otro momento de la larga era del chavismo, desean recorrer un camino distinto que los conduzca al restablecimiento de la democracia. Es hora de que se respete la que será su decisión soberana.