Barranquilla conoce ya los nombres de sus cinco alcaldes locales. Designados por el mandatario distrital, Alejando Char, de las ternas presentadas por las Juntas Administradoras Locales ( JAL), como lo establece la ley, los nuevos funcionarios lo acompañarán durante su periodo de gobierno en la exigente labor de planificar, coordinar y gestionar – en acción conjunta con la Alcaldía- la puesta en marcha de programas, proyectos y obras de inversión que promuevan la seguridad y el desarrollo social, económico, ambiental y cultural de sus sectores. Sus funciones no son menores.
Si bien es cierto que su escogencia no es el resultado de un proceso de voto popular, estos alcaldes, al igual que los ediles u otras autoridades territoriales, están llamados a ejercer la representación pública de los ciudadanos.
Patricia Daza Rivera, de la localidad Suroriente; Manuel Enrique García, de la Suroccidente; Enrique Augusto Blanco, de la Metropolitana, Laurian Puerta Ruiz, de la Norte-Centro Histórico, y Pedro Acosta González, de la Riomar, cuentan con una oportunidad excepcional para construir capital social en nuestra ciudad, mientras impulsan la participación cívica y política de sus habitantes en torno a lo público, activos fundamentales de buena gobernanza, de descentralización administrativa y, en definitiva, de la democracia misma.
De manera que de su conocimiento de las necesidades básicas o problemáticas de las comunidades residentes en sus localidades, del compromiso que asuman para superarlas, pero sobre todo de su contacto directo, cercano, constante, transparente con ellas, dependerá que puedan transformar el imaginario colectivo de que son meras figuras decorativas, distantes del ciudadano de a pie, sin vocación social, dedicados a rendir cuentas a sus jefes políticos o a usar su posición como un trampolín para saltar a otros cargos de la vida pública. En otras palabras, convidados de piedra que no son de fiar ni tienen interés de velar por el bienestar de la gente.
No son especulaciones ni palabras al viento, sino el sentir de los líderes de los barrios con los que EL HERALDO conversó hace algunas semanas para conocer su valoración sobre el papel que desempeñan los alcaldes locales, a quienes de manera unánime les convocan a salir de sus oficinas, a abandonar su escritorios, para escuchar a los moradores de los barrios de las localidades. ¡A tomar nota señores! Es lamentable que la desconfianza o desafección entre el ciudadano y la política, por el escaso sentido de lo público que algunos de estos personajes evidencian en su labor, termine por acrecentar un abismo que ya es lo bastante profundo.
Cierto que el descrédito de nuestra clase dirigente, debido a sus sonados abusos o escándalos de corrupción por una alarmante e irresoluble falta de ética, aparece detrás del alejamiento actual entre los políticos y la gente, un signo preocupante de nuestros tiempos que en últimas debilita la democracia. Por eso, resulta tan relevante que en este nivel de proximidad, el del alcalde local, los escogidos hagan un esfuerzo importante, casi que aleccionador, para aumentar no solo su visibilidad, también el reconocimiento social y la participación en el día a día de sus gobernados.
Ahora bien, aunque los mandatarios locales se desvivan por ser los primeros en dar la cara ante las necesidades de los que suponemos son sus vecinos en la localidad que dirigen, poco o nada podrán hacer si no cuentan con un mínimo margen de maniobra para entrar a resolverlas. A decir verdad, su autonomía presupuestal se encuentra limitada, pese a que puedan gestionar recursos.
De ahí que grupos de la sociedad civil e incluso ediles estimen que es momento de conformar o hacer operativos los Fondos de Desarrollo Local, que ganarían capacidad administrativa y financiera, en tanto se activaría la planeación participativa de la ciudadanía. Una ruta que requeriría, en cualquier caso, el acompañamiento del Distrito, pero en especial la voluntad política de la administración para hacerla viable. Valdría la pena debatirlo a fondo.
Por lo pronto, a partir de la designación de sus alcaldes se abre un nuevo tiempo para las localidades, cada una con retos propios que exigen ser abordados con gran responsabilidad. Así que no tienen tiempo que perder: desde EL HERALDO los exhortamos a trabajar con verdadero compromiso social, a ganarse el respeto de las comunidades, en vez de su rechazo. ¡Está en sus manos!