Ha caído el telón de los Juegos Olímpicos de París 2024, pero estos han pasado a la historia por ser los primeros con total paridad de género. Aún queda un largo camino para alcanzar igualdad plena en el deporte, tanto en las competiciones como en la representación de entrenadores y cargos directivos, pero el objetivo que se trazó el Comité Olímpico Internacional (COI) de asegurar de forma consciente e intencional la participación de atletas mujeres en igual cantidad que la de los hombres se cumplió con justedad.
Por París 2024 desfilaron 10.500 deportistas: 5.250 mujeres y 5.250 hombres. Además, se realizaron 157 eventos masculinos frente a 152 femeninos y 20 mixtos. Todo un hito por la igualdad que ha hecho de estas justas las más inclusivas de las que tengamos memoria, solo comparable con el de la edición de 1900, cuando también en la Ciudad de la Luz las mujeres participaron por primera vez en unos Olímpicos, siendo apenas el 2,2 % del total de atletas.
Se equivocan quienes desestiman con misógina vanidad despreciativa o puro egocentrismo machista este significativo avance, reconocido con entusiasmo por las deportistas a nivel global.
Cierto que el COI estableció en 2014 una hoja de ruta para lograr la paridad, recurriendo a métricas, ajuste de eventos e, incluso eliminando otros exclusivos para hombres hasta consolidar una distribución de cupos de forma equitativa que favoreciera la participación femenina. En Río 2016 esta fue de 44,2 % y en Tokio 2021, de 48 %. Pero esta estrategia responsable, orientada a corregir desigualdades históricas, no debe interpretarse como un ‘regalo’ o una concesión que el Comité les otorga a las deportistas, sino como lo que verdaderamente es: ¡un acto de justicia!
Y es así porque las mujeres, que de acuerdo con la Unesco representan el 40 % del total de participantes en actividades deportivas competitivas en el mundo, tienen los mismos derechos de los hombres a participar, mostrar sus talentos, capacidades o habilidades, y a recibir visibilidad mediática para obtener el reconocimiento social que su esfuerzo merece. Así debe ser valorado.
Esta no ha sido una lucha fácil ni rápida. Desde la época de la campeona de remo Alice Milliat, símbolo feminista del deporte que en los años 20 se rebeló ante las exclusiones o vetos, a tal punto que creó los Juegos Mundiales femeninos para presionar la inclusión de mujeres en las competiciones, las atletas han debido derribar todo tipo de barreras e impedimentos sexistas hasta conseguir que les permitieran medirse en igualdad de condiciones.
Que hubieran tenido la posibilidad de hacerlo, además siendo vistas en tiempo real en las pantallas globales a través de transmisiones en las horas de mayor audiencia, también por una orientación clara del COI, envió un potente mensaje de igualdad a las mujeres del planeta. Pero ante todo les confirmó a nuestras niñas que pueden soñar con ser las nuevas Simone Biles, Mari Leivis Sánchez o Tatiana Rentería, que sus modelos en el deporte las representan, de modo que vale la pena persistir con dedicación, disciplina y entrega en construir y hacer realidad su proyecto de vida.
La historia de igualdad de género que se escribió en París 2024, más allá de controversias sobre las atletas intersexuales, un asunto que debe ser abordado con rigor, reafirmó el carácter simbólico del deporte como detonante de transformación social. De ahora en adelante, tenemos razones creíbles para suponer que las audiencias, patrocinadores, empresarios, o dirigentes cambiarán su manera de percibir o valorar la inclusión de las mujeres en el deporte. En consecuencia, el siguiente paso debe ser fomentar más acceso de niñas a estas actividades.
Pese a que Colombia acudió a la cita olímpica con una delegación histórica compuesta por más mujeres que hombres, 52-37, son numerosas las tareas pendientes para garantizar igualdad plena en el deporte, sobre todo, en los espacios donde se toman decisiones. El recorte de 66 % en el presupuesto de 2025 para la cartera de Luz Cristina López, cuestionada por su falta de ejecución, no es un buen augurio ni le hace justicia a la extraordinaria calidad de nuestros atletas.
Nos debería avergonzar a todos como país que esto suceda, antes y ahora. Luego, nos quejamos porque no aparecemos en los primeros puestos del medallero. ¡Un poco de coherencia, por favor! Queremos a más niñas y mujeres participando, destacando en el deporte, talento tenemos de sobra, nuestros medallistas y ganadores de diplomas así lo atestiguan, pero sin respaldo ni recursos, todos sus esfuerzos serán en vano.