¿ A casi tres semanas de las fraudulentas elecciones en Venezuela que proclamaron la reelección de un presidente ilegítimo queda duda alguna de que lo sucedido fue un robo burdo y descarado?

Ninguna. El desacreditado Consejo Nacional Electoral (CNE) continúa sin publicar las actas de los comicios que supuestamente le otorgaron una contundente victoria al autócrata de Nicolás Maduro por una simple razón: no existen los resultados desagregados, no hubo tal votación a su favor. Elvis Amoroso, su presidente, que ha demostrado no ser digno de su apellido, se inventó los cinco millones de sufragios que le atribuyó en el cómputo final, siguiendo el libreto que el régimen tenía preparado desde antes para entronizar al hijo de Chávez como el dictador que es.

Sobre su reprochable papel de represor, tampoco caben sospechas ni presunciones. Maduro ha hecho méritos de sobra durante estas últimas semanas para graduarse con honores como el peor de los tiranos. Su declarada ‘Operación Tun Tun’ es un compendio de horrores del que es prácticamente imposible escapar. Entre el miedo, la impotencia y la desesperación, las denuncias hablan de detenciones arbitrarias en calles de barrios populares o en casas de activistas políticos, militantes de oposición, testigos electorales o ciudadanos que asistieron a las protestas; de violaciones del derecho de defensa en improvisadas audiencias en las que se les acusa de terrorismo y de anulaciones de pasaportes para evitar que los perseguidos puedan salir del país.

Sin precedentes resulta la escalada represiva que Maduro ha desatado ante los ojos del mundo que rechaza con firmeza la eclosión de semejante barbarie que ha esparcido temor y desconfianza por la patria de Bolívar, como si fuera un reguero de pólvora a punto de estallar. La lista de la ignominia suma 25 muertos y 2.400 detenidos, casi todos de entre 20 y 25 años, algunos apenas de 15 e, incluso menos, a los que el reelegido déspota cataloga de “enemigos del pueblo” por levantar su voz contra la manipulación del régimen que se aferra al poder. ¿Habla en serio?

Su delirante retórica, también la de su número dos, el diputado de la Asamblea Nacional el incendiario Diosdado Cabello, quien se refiere a la principal líder de la oposición, María Corina Machado, como una “terrorista, prófuga de la justicia”, trasgrede los límites de la cordura. Pero mientras el régimen cuente con el irrestricto respaldo de las Fuerzas Armadas, que le han jurado lealtad absoluta a cambio de total poder, es evidente que nada cambiará, excepto para ir a peor.

Es ingenuo creer que montaron semejante farsa para irse por la puerta de atrás. Por el contrario, su respuesta al verse descubiertos tras los demoledores reportes del Centro Carter y el panel de expertos de la ONU sobre el cúmulo de anomalías de un proceso electoral que no cumplió medidas de transparencia e integridad para ser creíble ha sido atrincherarse en el poder, aislarse aún más. Sin pudor ni piedad intensifican el clima de miedo, normalizan la represión violenta contra quien se manifieste en su contra, aprobando normas delirantes para bloquear la labor de oenegés, silenciar las redes sociales y castigar a quienes se reúnan para expresar inconformismo.

Ávidos de revancha, Maduro y su pandilla están arramblando con todo vestigio de la otrora Venezuela democrática, arrastrando a su nación a un abismo imposible donde no existe certeza de que el bravo pueblo pueda salir indemne. Hasta ahora los esfuerzos de México, Brasil y Colombia para acordar una hoja de ruta que allane una salida negociada a la crisis política poselectoral son infructuosos. Ni el llamado a nuevas elecciones, ni la figura de un gobierno de coalición, de cohabitación, ni de un Frente Nacional son aceptados por el régimen o la oposición.

Si bien es cierto que toda solución exigirá diálogo, entendimiento, hasta lograr un acuerdo político entre venezolanos para restablecer la normalidad democrática, la convivencia pacífica y la seguridad pública, también lo es que los hechos, en este caso las actas, confirmaron que Edmundo González ganó las elecciones del 28 de julio. Eso no se puede obviar a la hora de considerar los pasos a seguir, entre estos una fórmula de transición ordenada, tesis fundamental de la oposición que el régimen ni siquiera está dispuesto a considerar porque lo sacaría del poder.

Venezuela se pierde cada día más en un laberinto político, del que Maduro, el ilegítimo, no tiene la menor intención de salir. Colombia persiste en sus buenos oficios, pero no encuentra la salida, a tal punto que Petro ya ni parece ser escuchado. Visto desde afuera, vivido desde adentro, todo tiende a empeorar, excepto por el grito de confianza, también de esperanza de María Corina que este sábado insistirá en proclamar la victoria de la oposición en las calles de su país y del mundo. Abrazar su causa es defender la democracia, la justicia, la libertad y la paz. Todos a movilizarse.