Reza el dicho que la esperanza es lo último que se pierde, y los venezolanos están aferrados a ella en un momento en que pareciera tener sentido no dejarla ir, pese a la comodidad del régimen de Nicolás Maduro, que no pareciera dar su brazo a torcer aún cuando las evidencias de su retorcido actuar no lo respaldan y su condición de paria internacional se está “formalizando” con la negativa a llevar un proceso electoral democrático y transparente.

A los últimos días, marcados por el aumento de la presión de los países que componen la OEA exigiendo la publicación de las actas electorales, y las protestas de la oposición en diferentes ciudades del mundo, Maduro ha respondido con atrincheramiento, sin dar cabida siquiera a las propuestas que desde sus pocos aliados le vienen presentando. El panorama se hace más inquietante si se tiene en cuenta que en el otro hombro se ha posado –nada más y nada menos– que el dictador nicaragüense Daniel Ortega para susurrarle al oído.

No obstante, las fuerzas se miden con el tridente de homólogos (Lula, Petro y AMLO) que han unido fuerzas para buscar una salida negociada a la crisis en medio de sus diferencias, y en la que prime el sentido democrático que quieren preservar y proteger los líderes de la región. Lo anterior sin mencionar que un estancamiento de la situación en Venezuela no solo no conviene en el país, sino también a sus vecinos, pues los coletazos ya se han sentido en cada momento álgido de la historia reciente, ya sea en términos económicos, migratorios o sociopolíticos.

Por el lado de Petro, quien dirige el país de mayor recepción de la migración venezolana de la región, se insistió esta semana en la transparencia a través de la publicación de las actas, un posible frente nacional e incluso la celebración de unas nuevas elecciones. Esto no solo por las consecuencias diplomáticas y políticas que el aislamiento de Venezuela rebota sobre Colombia, sino también por la inminente posibilidad de un nuevo éxodo de ciudadanos buscando refugio del régimen, lo que implicaría para el mandatario un replanteamiento de su proyecto nacional hacia uno más de contingencia.

Por el lado de Andrés Manuel López Obrador, quien no ha guardado un tono menos conciliador, pero sí crítico con algunas de las posturas de sus homólogos de Colombia y Brasil, se traslada el mismo problema a una frontera ya en colapso, que además resiste a los miles de migrantes de todo el continente que usan de paso a México para llegar a Estados Unidos. Así mismo, porque la diplomacia tiene la presión de su vecino del norte, que de antaño viene amenazando con cierres, deportaciones y detenciones, así como por el momento electoral próximo a llegar, en el que los candidatos por la presidencia del país, ya sea Donald Trump o la misma Kamala Harris, deberán asumir esta problemática para llevar las riendas de la Casa Blanca.

En otro frente se encuentra Lula, quien ha promulgado un proyecto de paz, conocido como la América del Sur y democrática, que no solo cobija a los brasileros sino que se ha extendido a la región como tal, lo que incluye a la jurisdicción de Venezuela, pero que se desmoronaría con la violación del Gobierno chavista al sistema democrático.

Así las cosas, aunque con algunas discrepancias, la solución tripartita debe continuar, amparada también en la comunidad internacional y en las instituciones veedoras por la transparencia y la democracia que asistieron a los comicios en Venezuela; también como escudo para frenar un camino hacia la dictadura que lleve a Venezuela a la deriva, a sabiendas de que el pueblo ya eligió a su nuevo timonel: Edmundo González Urrutia.

Así mismo, el proyecto que María Corina Machado lleva gestando, y que no solo tiene su cara, sino la de decenas de líderes opositores que han luchado durante años por una Venezuela libre –muchos de ellos incluso detrás de los barrotes– no puede desfallecer en medio de la zozobra y el aislacionismo, pues el paso más grande, que era sentar precedente en las urnas de que el país pide un cambio, ya se dio el pasado 28 de julio, abriendo el esperanzador camino de la democracia.