El Gobierno nacional no fue lo suficientemente claro ni asertivo en el espinoso asunto de las restricciones de combustible de aviación que afectó a algunos aeropuertos durante las últimas 48 horas, entre ellos el Ernesto Cortissoz que sirve a Barranquilla. Sus anuncios, comunicados y mensajes en redes sociales sobre una crisis advertida con antelación no solo fueron contradictorios, también desencadenaron una confusión totalmente prescindible e innecesaria.

Si el abastecimiento estaba garantizado, como indicaron a primera hora los dos ministros, el de Transporte y Minas, y el presidente de Ecopetrol en rueda de prensa en Casa de Nariño, mensaje reiterado al final de la tarde, cuando señalaron que la operación empezó a normalizarse, ¿por qué se les salió de las manos un problema que causó la cancelación de más de 100 vuelos, afectó a centenares de pasajeros, algunos de ellos extranjeros, y causó zozobra en todo el sector aéreo?

Es evidente que existió un cortocircuito o fisuras en el manejo de una situación que por donde se mire desató un desgobierno que pudo evitarse a tiempo. Por incompetencia, incapacidad o falta de previsión, nos descubrimos en el peor de los escenarios, al que no se debió haber llegado. En la valoración inicial de responsabilidades, la primera mirada se dirige a Ecopetrol. El día 16 de agosto se registró una falla eléctrica en la Refinería de Cartagena, que reconoció en su momento la estatal petrolera iba a generar un déficit en las entregas de combustible de aviación de un 5 %.

Mientras era reparado el desperfecto, que debe ser analizado a fondo para establecer si fue fortuito o no el resultado de una falta de mantenimiento, ¿puso Ecopetrol en marcha un plan de contingencia para superar el inminente déficit por la parada en la producción propia de Reficar?

Su presidente, Ricardo Roa, dice que sí, aunque la verdad parece que este no habría sido tan eficiente como se esperaría, a tenor de las recurrentes advertencias de los proveedores que finalmente acudieron a la IATA, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, para alertar sobre situaciones críticas de inventarios en Bogotá, Medellín, Barranquilla o Cartagena, en tanto por la escasez se cancelaron o retrasaron vuelos en Valledupar, Leticia, Montería y Bucaramanga.

Para hacer frente a lo que se estimaba era una eventualidad, Ecopetrol importó 100 mil barriles de combustible que arribarán el fin de semana para cumplir con el 95 % de suministro legal que garantice la operación. Pero lo que hemos conocido ahora como la punta de este iceberg es que la demanda de combustible de avión por día, 37 mil barriles, supera la producción nacional, de 35 mil, e irá en aumento. Surge entonces otra pregunta: ¿se incrementará la oferta local o, lo que es lo mismo, tenemos cómo hacerlo, o, la decisión será importar el combustible para abastecer los aviones que llegan con turistas que vienen a disfrutar de los atractivos del país de la belleza?

¿Sentido de autocrítica? Ninguno. Más bien el Ejecutivo optó por actuar a la defensiva, ordenando investigaciones a Terpel, principal distribuidor del combustible, que al final eliminó las restricciones, también a las aerolíneas que cancelaron vuelos, pese a que se les había autorizado antes. En medio del desconcierto, el presidente Petro habló de una “actividad irregular” como el detonante de la crisis, que además descartó fuera una consecuencia de lo que pasó en Reficar, aunque no precisó el alcance de sus señalamientos ni ofreció más información.

Quedan muchas preguntas sin respuestas, para colmo en un ambiente de nuevas desconfianzas que no conviene a un sector tan estratégico como este, donde los actores de la cadena deben ponerse de acuerdo para, como sugiere Latam –y hace bien en abrir el debate- revisar medidas estructurales que garanticen el suministro del combustible de aviación en el mediano y largo plazo y definan sus mecanismos de asignación.

Las opciones no tienen discusión: o se importa o se aumenta la capacidad de producción de las refinerías de Cartagena y Barrancabermeja, pero no se puede pretender convertir al turismo en una de las principales fuentes de ingreso del país sin dar un espaldarazo a la industria aérea. Llegar tarde a una crisis, definitivamente no es llegar.