Lo peor que nos podría pasar ante un escenario desafiante es quedarnos sin ideas. El enfriamiento de la economía colombiana, que en 2023 creció apenas 0,6 % y en 2024 lo haría entre 1,6 % y 1,8 %, de acuerdo con distintas proyecciones, ha impactado el buen desempeño de los indicadores económicos del Atlántico durante los últimos 19 meses.

De ser el tercer departamento con mejor recuperación pospandemia en 2022, con un crecimiento de 9,3 %, dos puntos porcentuales por encima de la tasa nacional (7,3 %), gracias a la expansión del crédito de consumo, la inversión pública y el comercio exterior, el año anterior el índice se ubicó en 0,7 %, acorde con la desaceleración del país. Tormenta perfecta derivada, sobre todo, del desplome de la inversión por desconfianza e incertidumbre en la política económica del Gobierno, también en las altas tasas de interés, la pesada carga tributaria, peores condiciones de seguridad y cuellos de botella sectoriales que no se resuelven, en especial, en vivienda, comercio y manufacturas. Chaparrón del que no escapamos.

Si nuestros principales motores de crecimiento no solo se frenaron, sino que caen, como sigue ocurriendo en construcción, comercio minorista y exterior, e industrias en Barranquilla y el resto del Atlántico, es de sentido común inferir que el mercado laboral se ha resentido. La generación de empleo que hasta el año anterior mantenía una dinámica positiva y estable por la fortaleza de la economía local no decrece, pero ha empezado a ralentizarse por el mal desempeño de las actividades artísticas, quién lo diría, y la administración pública. Mientras alojamiento, servicios, combustibles y transporte explican por qué la inflación anual en la ciudad (7,25 %) se ubica por encima del promedio nacional (6,9 %), a corte de julio pasado.

Estos indicadores, valiosos en sí mismos porque retratan nuestro momento económico, también conviene leerlos en clave de desafíos sociales frente a los cuales debemos sincerarnos para saber actuar. En el Atlántico, 7 de cada 10 ocupados son informales, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo se sitúa un 22 % por debajo de la de los hombres, afrontamos un desequilibrio entre la oferta educativa y la demanda laboral, los salarios están estancados a tal punto que ganamos un 54 % menos que en el periodo 2020-2022 y el salario mediano, es decir, el que gana el 50 % de la población, se sitúa por debajo del mínimo, debido a la informalidad.

Aun así somos el cuarto departamento más competitivo del país y aparecemos en las primeras posiciones en infraestructura de servicios, dinámica empresarial, diversificación de la canasta exportadora, sostenibilidad ambiental e investigación. ¿Qué tal si pudiéramos convertir nuestros retos en oportunidades para crecer de manera sostenida e impulsar la productividad?

Hace unos días en un encuentro sobre perspectivas económicas en el Atlántico, iniciativa de Anif y Fedesarrollo, reconocidos economistas señalaron derroteros que deberían ser valorados para retomar la senda virtuosa del crecimiento que hemos extraviado, con todo lo que ello representa.

Efraín Cepeda, presidente del Comité Intergremial del Atlántico; Tatyana Orozco, ex directora del DNP y de Prosperidad Social; Manuel Fernández, presidente de la Cámara de Comercio de Barranquilla; Oriana Álvarez, directora ejecutiva de Fundesarrollo, e Iván Luzardo, director de Planeación de la Universidad del Norte, coincidieron en que es indispensable la articulación –palabra mágica– para superar limitaciones en asuntos clave amarrados al futuro del departamento. También de la región Caribe porque la unidad siempre será garantía de fortaleza.

Indudablemente, el exorbitante costo de la energía que impacta la inflación, el doble o triple por encima del resto del país y de naciones del vecindario, pesa en nuestra contra a la hora de ser más competitivos, generar empleo local o atraer inversión extranjera. Rebasar ese lastre no depende de nosotros, pero sí podemos trabajar en estrategias de crecimiento diferenciadas para responder a las necesidades de cada sector empresarial. También, en políticas para generar empleo de calidad, perfeccionando capital humano, cualificándolo en bilingüismo, habilidades digitales e incorporando a más jóvenes, mujeres y población migrante a nuestro mercado laboral.

Promover el potencial exportador del departamento, además de fortalecer su conectividad aérea, marítima, fluvial y terrestre son otras acciones determinantes para volver a la senda de crecimiento. No será fácil ni rápido, si no se reciben del Gobierno nacional las señales de certidumbre y estabilidad que la economía demanda en el actual punto de inflexión, en el que tras un aterrizaje suave nos comenzamos a elevar a una velocidad que aún suscita dudas. Mientras las condiciones se despejan, aprovechemos el terreno abonado por las positivas experiencias de la articulación público-privada y privada-privada que han construido confianza en el Atlántico. Acelerar el reparto de responsabilidades para reforzar los pendientes es lo que toca en la urgente e inconclusa tarea de reducir pobreza y desigualdad en Barranquilla y municipios.