En medio del dolor que aqueja a una familia y a una comunidad, que perdió no solo a un hijo, hermano y amigo, sino también a un gran profesional que, como sus allegados lo describen, daba todo de sí para los demás, los Arrieta Arteaga y Lorica dieron esta semana una lección al país y el mundo en una frase: “Nunca quisimos la pena de muerte, porque solamente Dios da la vida y la quita. Nos sentimos satisfechos”.
Sus palabras, tan cargadas de franqueza como de entereza, resonaron en los lugares más lejanos, donde la historia del desgarrador asesinato del cordobés logró despertar empatía y apoyo, pues durante el poco más de un año que tardó la condena en llegar la esperanza en que la justicia tailandesa iba a obrar a favor de su ser querido nunca se perdió. El tiempo les dio la razón, y por supuesto justicia para Edwin, a quien a sus 45 años le fue arrebatada su vida en medio de circunstancias repudiables, que dejaron instalada la tristeza de manera permanente en su hogar.
Darlin, única hermana del cirujano, y quien ahora es la voz de su familia, repitió hasta la saciedad que ellos no buscaban venganza, pues en sus corazones nada les iba a devolver a Edwin, y como ella misma lo mencionó: “Mi mamá decía: que no lo maten, yo no quiero que a ese señor lo maten”. A su clamor se sumó cada loriquero entrevistado por los diferentes medios, porque en ese rincón del Caribe la gente sabe que la vida y el ser que se fue no se recuperan ni con dinero ni con resentimiento.
No obstante, lo que viene para la familia no es menos fácil, pues si bien la condena a cadena perpetua es un alivio para ellos, todavía faltan los recursos que interpondrá la defensa de Daniel Sancho con el propósito de que el hombre pueda –en algún momento– ser trasladado a España, hecho con el que los allegados de Arrieta están en desacuerdo. Así mismo, la defensa podrá recurrir la condena, ya sea ante el Tribunal de Apelaciones o ante el Tribunal Supremo, proceso que podría demorar alrededor de un año. También está en el panorama el indulto, no para que su pena sea eliminada, sino para lograr una rebaja parcial, dependiendo de lo que decidan las autoridades tailandesas en determinadas fechas religiosas o vinculadas a la monarquía del país, como el cumpleaños del rey Vajiralongkorn.
Bajo este panorama, que no pareciera de corto plazo, el reto para la familia será el de reconstruir sus vidas, en seguir adelante pese al vacío y la ausencia del que un día fue el sostén de un hogar, y en recuperar el brillo que en algún momento caracterizó a los Arrieta Arteaga. “Ya la mirada de mis padres se apagó”, zanjó Darlin tras la condena, bajo el conocimiento de que el camino es largo y el dolor de ella y el de sus padres infinito. Por ello, sus esfuerzos están enfocados en lograr la mayor tranquilidad para todos, que se basa en que Sancho cumpla su condena en Tailandia, donde creen que la justicia será más estricta.
“Nosotros queremos que él cumpla la pena allí, porque traerlo a España, dado que su familia tiene poder y dinero, sería dejarle en la calle nada más llegar”, explicó Darlin a varios medios este fin de semana, admitiendo que este proceso, o inclusive el haber conocido el fallo, también les ha hecho revivir una y otra vez el horror del crimen.
Por ello, la postura y la lección que los Arrieta Arteaga y Lorica le dan al mundo contrastan con la posición que ha asumido Daniel Sancho, su defensa y su padre, Rodolfo Sancho, quienes insisten en que el chef español lo mató “sin querer”. Además, pese a las reiteradas veces en que la familia de Edwin ha dicho que para ellos es indispensable que Sancho les ofrezca perdón por su actuar, el hombre y su entorno han demostrado que esa senda de reflexión está lejos de alcanzarse.
Pese a ello, el legado de Edwin, a quien sus allegados describen como un hombre brillante, trabajador, lleno de amor por su gente y especialmente por su familia, permanece en Lorica, donde su padre, Leovaldo José Arrieta, se desempeñó toda su vida como radiotécnico, y su madre, Ana Marcela Arteaga, profesora de primaria en Purísima, decidieron traerlo al mundo.