Sin novedades, el pasado domingo la Aeronáutica Civil (Aerocivil) asumió la operación del Aeropuerto Internacional Ernesto Cortissoz. Era lo esperado tras el fallo del Tribunal de Arbitramento de la Cámara de Comercio de Bogotá que en mayo de 2023 decretó la terminación anticipada y liquidación del contrato de concesión por una exigencia de fuerza mayor, en este caso la pandemia de covid, y exoneró al Grupo Aeroportuario del Caribe (GAC) de cualquier obligación de pago a favor de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), a la que había demandado en febrero de 2021, dando inicio a una controversia jurídica que mantuvo en vilo a autoridades, gremios y usuarios del Atlántico por la continuidad de nuestra operación aérea.
Precisamente la normalidad, tanto para pasajeros como para el resto de la comunidad aeroportuaria, debe ser la característica general de este proceso que enhorabuena ha contado con la veeduría de Intergremial Atlántico, Cámara Colombiana de Infraestructura seccional Norte, Cámara de Comercio de Barranquilla, Sociedad de Ingenieros del Atlántico y la asociación cívica Por Amor a Barranquilla, que dieron un parte satisfactorio del avance de la etapa de reversión.
Fundamental que continúen monitoreando las siguientes fases. Este ha sido un paso trascendental, pero no debemos imaginar que es el último. A decir verdad, los retos por delante son tan considerables que toda la institucionalidad pública y privada del departamento, también sus habitantes, debemos acompañar de forma categórica este proceso del que dependerá el futuro de la conectividad aérea de nuestro territorio, decisiva para su desarrollo socioeconómico.
Corresponde ahora a la Aerocivil garantizar los servicios básicos de la terminal aérea con un adecuado nivel de calidad en términos de funcionamiento, operación, mantenimiento, mejoramiento y, algo primordial para los intereses locales, la terminación de las obras previstas.
La confirmación del presupuesto asignado, cerca de $150 mil millones, de los cuales la mayor parte –casi $72 mil millones– se destinó a las intervenciones pendientes, ratifica la firme voluntad de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) y del Ministerio de Transporte para avanzar. Algunas obras comenzarán este mismo mes, pero será en enero de 2025 cuando arrancarán los trabajos de alto impacto que, como anticipó EL HERALDO, se prolongarán hasta julio de 2026.
Es también una buena señal que Aerocivil haya acogido los diseños fase 3 elaborados por el concesionario para concluir las obras de modernización planeadas en espacios que el Cortissoz requiere con celeridad. Por ejemplo, se priorizaron la zona de recibo de maletas nacionales y la adecuación de la sala de espera del muelle internacional. También se recibieron equipos instalados ya operativos y otros que aunque adquiridos no funcionan porque los lugares donde deben ser ubicados ni siquiera han sido habilitados. Así que es mucho lo que queda aún por hacer.
Por si quedaran dudas sobre el particular, la veeduría indicó que se esperan decisiones sobre la terminal de carga a partir de un diagnóstico pendiente sobre su estructura. Casi nada. Aerocivil pondrá en marcha una solución temporal para que se garantice su operación, pero este es un asunto de carácter preferente que debe ser definido a la mayor brevedad, teniendo en cuenta el volumen de la carga que moviliza, unas 18.135 toneladas en el 2023.
Aunque tendremos al Cortissoz en obras los próximos 23 meses, al menos, y a la ANI liquidando el contrato hasta febrero de 2025, Aerocivil, el nuevo operador, ha dicho que los recursos asegurados no contemplan intervenciones de envergadura por fuera de lo acordado entre las partes, lo cual nos abre un panorama preocupante. ¿Qué deben hacer Barranquilla y el resto del Atlántico si aspiran a tener, como es lo más lógico, un aeropuerto de talla internacional?
Pues, apostar por una nueva concesión, por un privado, que con interés estratégico decida invertir en el departamento. Pero, no son tiempos fáciles para proyectos tan ambiciosos, tenemos además cerca a destinos turísticos que atraen a muchos más viajeros que nosotros en la región. De manera que se hace indispensable liderazgos de nuestros sectores público y privado que generen condiciones competitivas o de confianza para, al tiempo que se ejecutan las obras, se estructure la IP que nos devuelva al radar de los grandes aeropuertos, donde no estamos desde hace rato.