Para mediados del siglo 20, puntualmente para 1950, lo natural era que una mujer tuviera en promedio cinco hijos a lo largo de su vida reproductiva, en épocas en que los métodos anticonceptivos no estaban al alcance y poco se hablaba de planificación familiar. Sobre todo en los países en desarrollo, todavía existía una marcada concepción en la que las mujeres estaban predestinadas a casarse, parir y extender la prole de sus maridos, una gran mayoría sin posibilidades de entrar al mercado laboral o siquiera de acceder a estudios superiores.

Hoy esa tasa de fecundidad se ha reducido a 2,3 nacimientos por mujer, y lo que estima la UNFPA por sus siglas en inglés (Agencia para la Salud Sexual y Reproductiva de las Naciones Unidas) es que para 2050 caiga a 2,1. Incluso ya hay países con tasas por debajo de lo que los expertos consideran como el mínimo necesario para mantener estable la población mundial.

Esas alertas que se han encendido a nivel mundial aplican para Colombia, en donde justo un día después de que el presidente Gustavo Petro, en la denominada ‘Marcha de las Canas’ que convocó, supuestamente, para evidenciar el apoyo a su reforma pensional, se conociera el informe del Dane de Estadísticas Vitales, que ratificó la tendencia que ha venido presentando el país en los últimos nueve años, con una caída sostenida en los nacimientos.

Según el reporte de la entidad, en Colombia los nacimientos cayeron 15,2 % año corrido en el período de enero a julio, tiempo en el que se reportaron 255.055 nacidos vivos, mientras que en el mismo lapso de tiempo de 2023 se registraron 300.874.

Frente a este panorama resulta imposible que los expertos, los analistas y la academia no se pregunten cómo se mantendrá estable la población del país, pues resulta que no se trata de simples números que dan cuenta de que cada vez menos mujeres o familias deciden tener hijos –por cualquiera de las posibles razones como desarrollo laboral o incapacidad monetaria, por ejemplo–, sino de las implicaciones socioeconómicas que tiene el hecho de que se esté acelerando el pico de la población, que en determinado momento acentuará su retroceso. Y es ahí dónde surgen las preocupaciones sobre cómo se mantendrá productivo el país y su economía, cómo se sufragarán las pensiones de la población a futuro, quién cuidará de la población mayor, de los viejos, solo por mencionar algunas.

Aunque también es cierto que la otra mirada tiene que ver con que al reducirse la población también lo hará el impacto sobre el medio ambiente, pero además que con mayor vehemencia, conocimiento y convicción las mujeres podrán hacer uso de sus derechos reproductivos, tanto como los hombres, y elegir vivir sin descendencia como opción de vida.

Como todo depende del lente con el que se quieran mirar resultados o indicadores, la buena noticia es que el informe Estadísticas Vitales del Dane muestra una considerable disminución de los nacimientos en madres adolescentes y muy jóvenes. En los rangos de edad de 10 a 14 años, la disminución año corrido enero-julio es del 14 % con respecto a 2023 (307 nacimientos menos), y en el rango de 15 a 19 años se reporta la mayor disminución con 20,3 % (-9.300), seguido de 20 a 24 años, con una caída del 15 % (-12.055).

Pero volviendo al tema de cómo enfrentar una realidad, tal parece con pocas posibilidades de reversa, el hecho es que les corresponde a los gobiernos, a legisladores, y a los organismos de planeación y políticas públicas en el país empezar a pensar de manera seria, aterrizada, sin sesgos ideológicos, sin populismo, sobre cómo mejorar las condiciones de la población para garantizar el equilibrio que demandará, desde el punto de vista social y económico, el declive de la tasa de fecundidad y de natalidad, que no es exclusiva de Colombia, sino que es una tendencia mundial que por ahora se está atendiendo o contrarrestando con la migración en países desarrollados. ¿Cómo lo haremos en los países como Colombia donde aún hay tantas necesidades básicas insatisfechas de nuestros nacionales?