¿Cuántas personas de 100 o más años conoce? Quizás la respuesta sorprenda a muchos. Lo que hasta hace algunas décadas era excepcional, en 1953 el Dane calculaba la existencia de 529 personas centenarias en Colombia, en la actualidad es una circunstancia vital común e, incluso considerada normal. De hecho, en 2023, la entidad registró 19.400 personas con esa o más edad, equivalente al 0,2 % de la población total del país, y para el 2070 estima que serán más de 45 mil.

¿Nos hacemos mayores? Eso, sin duda. Lo más curioso es que somos la nación que más rápido envejece del conjunto de las Américas, según mediciones internacionales. A propósito de investigaciones, hace un tiempo compartíamos en EL HERALDO una realmente interesante, además de pionera, que pone el foco en esta realidad que no solo es demográfica, también socioeconómica, para ahondar en ella con fines científicos y en la construcción de políticas de salud pública en beneficio de una población en ascenso que requiere de una mirada particular.

Centenarios es el proyecto de estudio de longevidad extrema que busca identificar los factores protectores que le han permitido a personas de 100 o más años alcanzar esas edades en nuestro país. El doctor en Biología Juan Manuel Amaya, su investigador principal, quien es además el director del Centro de Investigación e Innovación en Salud, Coosalud, ha sumado a 141 de ellos, algunos residentes en Atlántico, Sucre y Bolívar, a esta iniciativa para evaluar sus escalas de salud.

Con ello se refiere a asuntos claves de su ciclo vital completo, desde sus antecedentes personales y familiares hasta enfermedades crónicas, el estado cognitivo y la memoria, pasando por su condición nutricional, calidad de vida, bienestar e independencia, entre otras variables para determinar cuáles son las características epidemiológicas, clínicas y biológicas que les han permitido no solo sobrevivir, sino sobrepasar los 100 años, y hasta prosperar en su última etapa.

Muchos se aproximan al tema como si fuera algo impensable para ellos, pero hechos basados en evidencias científicas demuestran que a diario se descubren nuevos factores asociados al secreto de la longevidad. No se trata de ningún elixir de la eterna juventud, sino de ciencia o, aún mejor, de envejecimiento saludable. Nuestra esperanza de vida al nacer sigue aumentando. En 2025 será de 77 años y para 2040, de 80,4 en promedio: 83,1 años para mujeres y 78,4 para hombres.

En algunos casos se asocia con su ubicación geográfica porque una proporción importante de centenarios reside en la ruralidad. Más allá de esa consideración que no es menor, debido a que habla de una vida tranquila en entornos naturales, en el mundo científico existe unanimidad en las variables o pilares que les han alargado la vida a quienes ahora tienen 100 o más años.

¿De qué depende entonces que una persona envejezca en unas condiciones físicas, cognitivas y con un ánimo positivo para sentirse o mostrarse tan activas a los 100 años como si tuvieran 80 o hasta menos? Uno, la alimentación que debe ser rica en proteínas para mantener la masa muscular; dos, el ejercicio dirigido a fortalecer los músculos, y tres, el entorno social, las relaciones interpersonales, el núcleo familiar, las actividades en grupo, al igual que acciones de ayuda, cooperación o altruismo, lo que se llama conducta o comportamiento prosocial.

A la espera de conocer las conclusiones del equipo de investigación de Centenarios, que por el momento indica que no ha encontrado evidencias sobre la eficacia de los senolíticos –medicamentos que supuestamente aumentan la longevidad-, su recomendación es que mientras tengamos salud seamos capaces de cambiar nuestro estilo de vida hacia lo más sano que sea posible. No existe un patrón o un modelo de envejecimiento biológico exitoso, en realidad los científicos intentan definir cuál es, pero queda claro el mensaje que los mayores de 100 años le envían al resto de la sociedad que desea ser parte del selecto grupo de longevidad extrema en las mejores condiciones. Ahora que los avances de la ciencia han logrado que vivamos más, el siguiente reto es hacerlo con calidad durante los últimos años.

Una población más envejecida exige importantes recursos o medios para dar respuesta a sus necesidades, en particular en atención en salud y cuidados especiales, en el caso de quienes los requieran por su deterioro. Conviene tenerlo en cuenta porque el futuro es desafiante. Si al aumento en la esperanza de vida le sumamos la persistente caída de la natalidad, al cabo de unos años enfrentaremos una fuerte crisis demográfica y socioeconómica que podría condicionar las metas de desarrollo del país. Y, entonces, ¿cuál es el plan?