En el inventario de muertes absurdas, si es que algo así existe, las de Georgina Mendoza Montiel, de 19 años, y su bebé, Milagros de Jesús, nacida de manera prematura a las 28 semanas, deben situarse de lejos en los primeros puestos. No merecían semejante destino porque como hemos señalado en otras oportunidades: ¡nadie nace para morir en las vías! Sus decesos eran evitables.
La joven madre falleció el sábado anterior, víctima de un siniestro vial, tras permanecer recluida desde el 12 de septiembre en un centro asistencial de Barranquilla. Su hija, la que llevaba en su vientre cuando se produjo el suceso, había muerto el día 14, horas después de nacer en un parto adelantado. Ambas sufrieron gravísimos politraumatismos de los que no pudieron recuperarse.
Más allá de la profunda tristeza que causan sus muertes, en especial para sus familiares, el sentimiento que asoma es el de una enorme impotencia e indignación. Sobre todo, luego de observar el video que retrata el minuto a minuto de la tragedia. A la salida del bus, Georgina pierde el equilibrio, trata de agarrarse para esquivar la inminente caída, pero no lo logra. Así que sale despedida con fuerza por la puerta trasera del bus de Coolitoral, directo a la calle, en la carrera 46 con calle 30, e impacta contra el pavimento, quedando tendida boca abajo, sin sentido.
Al final, la primera pregunta que surge es inevitable: ¿Por qué el vehículo tenía la puerta abierta?
Sí, es cierto que algunos usuarios les piden a los conductores que la mantengan así para ventilar el automotor debido al intenso calor que se acumula en el interior de los buses. Y también es cierto, sin duda, que se trata de una decisión irresponsable, porque la norma establece con claridad que estos vehículos no deben circular con sus puertas abiertas. Únicamente les pueden dar apertura cuando se estacionan, ni antes ni después, so pena de ser sancionados o multados.
De manera que sería importante conocer, ahora que el caso suma una nueva víctima fatal, en qué va la investigación que se encuentra en manos de la Fiscalía. Resulta evidente que la joven, luego de solicitar la parada para descender del bus, mientras este iba tomando la rotonda, cae a la calle, debido a que la puerta estaba abierta. ¿Conducción temeraria, imprudencia vial o malas praxis derivadas de arraigadas costumbres culturales? Quizás, una suma de todas las anteriores.
Sin embargo, la muerte de Georgina y su hija, como tantas otras situaciones bizarras que se registran a diario en las vías, no debe quedar en la impunidad, tampoco en el olvido. No, al menos, cuando se precisan de indispensables cambios de comportamiento de todos los actores viales para reducir tantos factores de riesgo, como exceso de velocidad, consumo de alcohol o drogas, el mal estado de vehículos y eventuales distracciones, en aras de conjurar los siniestros viales.
Tampoco se debe ceder frente a las demanda de justicia elevadas por las víctimas de estos casos ante los organismos correspondientes. Luis Javier Rodríguez y Julissa Palma, una pareja que estuvo a punto de morir en medio del desierto de La Guajira, en la vía a Puerto Bolívar, hace casi 3 años, cuando el vehículo en el que se movilizaban se volcó, no han dejado de exigir desde entonces que el directo responsable del hecho que acabó con la carrera de bailarina de la joven, aparezca, enfrente las consecuencias de sus actos y responda por lo que han tenido que afrontar.
¿Dónde está la justicia, cuando se trata de las víctimas de siniestros viales? La impúdica ceguera e indolencia de las instituciones no solo ampara la impunidad, también entorpece el duelo de los afectados, buena parte de ellos sufrientes de secuelas físicas o sicológicas de por vida, o el de sus seres queridos que les sobreviven. Sin justicia, no les será posible cerrar un capítulo tan doloroso.
En tributo a la memoria de los 78 fallecidos por siniestros viales en Barranquilla, de enero a agosto, dos menos que en el mismo periodo de 2023, o de los 5.238 de todo el país, no desistamos de exigir más vigilancia, controles y educación vial para que tragedias absurdas como la de Georgina y Milagros o la de Luis y Julissa no se repitan. Dejemos de pensar en ellos como meras estadísticas. Son padres, hermanos, parejas o hijos los que fallecen, además de familias enteras las que mueren en vida por sus dolorosas e inesperadas pérdidas. ¿Quién responde por su dolor?
La Agencia Nacional de Seguridad Vial podrá insistir en sus acciones por la vida o en recorrer el país para promover la cultura vial y buena conducta ciudadana, como eje central de su función, pero poco o nada cambiará si los actores viales no asumen autoconciencia ante los riesgos, respetan las normas de tránsito y medidas de seguridad, evitan la conducción agresiva y las distracciones externas e internas. Seamos responsables con nuestras propias vidas y las de los demás, porque dejar de matarnos en las vías depende de nosotros mismos.