Celebramos este lunes 28 de octubre un aniversario más de EL HERALDO. Lo primero, gracias a nuestros lectores, audiencias y seguidores en Barranquilla, el resto del Atlántico, la región Caribe y hasta donde los confines del universo digital nos den alcance, por acompañarnos a lo largo de 91 años de una andadura fascinante. También retadora, en la que hemos defendido, aún a costa de ser blanco de intimidaciones, presiones o duros ataques, incluso personales, los principios innegociables de nuestro quehacer periodístico: credibilidad, responsabilidad, rigor y seriedad, para informarles a diario en la edición impresa y, en tiempo real, a través de nuestras plataformas digitales, mientras nos esforzamos al máximo para distinguir entre verdad y falsedad consentida.
Las truculencias que hacen carrera en redes sociales, donde el algoritmo ha abaratado el costo de la mentira, la difamación o la infamia, nos conduce en ocasiones, demasiadas para ser honestos, a perder el foco de hechos optimistas, pero sobre todo de personas que con su labor aportan sentido, luz, confianza e incluso alegría a un día a día hastiado por tantas violencias e injusticias que crecen de manera alarmante, al punto de llegar a erosionar nuestra salud mental.
Corren tiempos de una revolución digital sin precedentes, en los que la Inteligencia Artificial, con sus puntos a favor y en contra, está transformando la realidad en todos los sentidos. Por eso, resulta casi que un imperativo moral echar el freno para detenernos a tomar una bocanada de aire fresco, ese que nos proporcionan las noticias positivas y, en particular, las buenas personas. Que dicho sea de paso, tenemos de sobra en la región Caribe, al igual que en el resto de Colombia.
Como hemos hecho en otros momentos de 2024, en abril y en junio, puntualmente, cuando visibilizamos historias de liderazgos individuales y colectivos que transforman a Barranquilla y a municipios del Atlántico, extendemos esa mirada a la Costa en nuestro aniversario.
Reconocemos a quienes con su bondad y altruismo, que consideramos formas elevadas de inteligencia, nos demuestran que la sociedad sería otra, menos agresiva, angustiante e individualista, si todos hiciéramos mucho más por esas personas que tenemos a nuestro alcance.
Abrazamos emocionados a quienes persiguen sus sueños e intentan a diario acercarse a los demás para compartir conciencia colectiva, saliéndose de los moldes habituales. Son innovadores por naturaleza, también por elección, guardianes de la esperanza, modelos de superación, que promueven el diálogo, el entendimiento y otros valores que hoy parecen haber caído en desuso.
Algunos combinan conocimiento e ingenio para formar a niños y jóvenes, como la maestra de inglés Karen Olivero, de Sincelejo, y los jóvenes voluntarios de ‘Playlee’, que enseñan este idioma a niños de Galapa con canciones. Otros ponen en el centro de sus prioridades la misión ambiental, entre estos el docente Gonzalo Molina, pionero de la ecoalfabetización en Atlántico; la líder juvenil Gabriela Casuso y la comunidad educativa del colegio San Nicolás de Tolentino, de Puerto, salvaguardas del bosque seco tropical. Las tamboreras Orito Cantora y Jenn del Tambó y la escritora y poeta guajira Lindatonella Solano son embajadoras del arte ancestral en el mundo.
Tampoco faltan estandartes de inclusión que nos enseñan a valorar la diferencia o la diversidad para vencer la exclusión, como lo ha hecho Martha Fonseca durante 30 años, con su fundación Arte Joven, y la primera mujer trans afro, reina del Carnaval Gay 2025, Cristal Dior. Su talante de servicio social, admirable fortaleza para sobreponerse a las adversidades y elocuente mensaje que reivindica la igualdad de género son las cartas de presentación de Andrés Cabarcas, Luis Escaf y Luz Stella Murgas, quienes también son parte de este escaparate de liderazgos que nos retrata.
Sus aportes, lecciones y luchas representan lo que somos, lo que deseamos construir con nuestras audiencias en este histórico momento de transición, en el que afrontamos cambios imparables que demandan un periodismo útil, de progreso y servicio, creíble y respetuoso, que resista ante quienes no buscan ser informados, sino que se les validen sus opiniones para favorecer intereses políticos, su lucro personal o material que contamina toda información seria.
Somos de un optimismo innato, como Barranquilla y el Atlántico, nuestro terruño, lo han tenido incorporado desde siempre en su ADN. De manera que en este aniversario corremos las cortinas del pesimismo o catastrofismo para dejar entrar la luz de conmovedores liderazgos que nos transforman, mientras con carácter plantamos cara a la mentira y desinformación, enarbolando la bandera de la verdad que, aunque suene a dogma religioso, es la única que nos hace libres.