El impacto de la baja natalidad es cada vez más notorio en la caída de matrículas de instituciones educativas públicas y privadas. El anunciado cierre del colegio Seminario San Luis Beltrán, de la Arquidiócesis de Barranquilla, a partir de 2025, debido a su fuerte crisis financiera, lo corrobora.

Lo más llamativo es que no se trata de un caso aislado. Después de Bogotá, que suma 293 cierres, Barranquilla, con 83 privados y 6 oficiales, aparece como la segunda entidad territorial con el mayor número de colegios que han puesto término a su labor académica, por la falta de recursos.

Extendiendo la mirada a nivel nacional, 6.263 sedes educativas, el 60,9 % de ellas oficiales y el 39,1 % privadas, que equivalen al 12 % de la totalidad de los colegios examinados, han dejado de prestar sus servicios durante los últimos seis años, de acuerdo con datos del Ministerio de Educación recogidos por el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana.

El análisis de su directora, Gloria Bernal, no deja dudas frente a las razones del desplome de las matrículas en Colombia, que dicho sea de paso no es un fenómeno privativo de nuestro entorno.

Como sucede en el resto del país, en el Atlántico nacen menos niñas y niños, por ende la demanda educativa cae en picada. Esto provoca irremediablemente la reducción de la matrícula, mermando los ingresos de las instituciones, a tal punto que aquellas que no logran revertir la tendencia, elevar sus estándares de calidad académica, ofrecer formación tecnológica actualizada y una infraestructura moderna suelen verse abocadas al cierre inminente.

Así que la caída de la natalidad se ubica en el centro de esta conversación. Y en ella Atlántico es protagonista como uno de los departamentos con un pronunciado descenso de su curva demográfica, asunto del que poco se habla. En 2023, indicó el Dane, hubo 31.707 nacimientos en el departamento, 12,2 % menos que un año atrás. Y entre enero y julio de 2024, la reducción fue de 21 %, casi 6 puntos porcentuales por encima del promedio nacional, que se situó en 15,2 %.

Si a esta curva demográfica a la baja le añadimos factores económicos asociados a la disminución del poder adquisitivo de los hogares, las secuelas financieras no resueltas de la pandemia o la inflación en los costos del sector educativo, el panorama resulta todavía más desafiante, porque ahonda desigualdades o brechas. Es evidente, como le señaló a EL HERALDO Jorge Valencia, coordinador del Observatorio de Educación de la Universidad del Norte, que algunas familias han comenzado a migrar a sus hijos del sector privado al público para que completen sus trayectorias.

Si la tendencia se mantiene, el reto para el Distrito será ampliar al igual que fortalecer la oferta del sistema educativo público para garantizar acceso, cobertura, permanencia y evitar deserción. También se hacen imprescindibles estrategias que respondan a necesidades particulares, como las de la población con discapacidad. Decenas de familias corren el riesgo de quedarse en el aire tras el cierre del San Luis Beltrán, en vista de que no cuentan aún con cupos en instituciones que apliquen inclusión. Esta es una apuesta a reforzar porque la escuela tiene que ser garante de oportunidades para todos. Así que es un buen momento para redefinir el rumbo de su actividad.

La educación nos retrata como sociedad. O aún mejor, nos reflejamos en ella como el espejo que es, pero muchas veces no nos gusta la imagen que nos devuelve. Algo no estamos haciendo bien.

La suma de crisis que redujo matrículas en 1,9 % en 2023 a nivel nacional –en Barranquilla la caída fue de 2,5 % en los colegios privados– no tendría que ser un obstáculo insalvable, sino una oportunidad que debería aprovecharse al máximo para mejorar en calidad educativa. Revertir tendencias como baja natalidad o precariedad económica no se prevé como una tarea sencilla ni rápida. De tal forma que debemos concentrarnos en repensar el actual modelo para priorizar nuevas políticas que se ajusten a las cambiantes realidades del momento que están dejando atrás la educación tradicional. Eso sí, sin perder la relevancia de la función social de formar y enseñar.