¿Alguien sabe qué debe hacer el Estado con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), que ha demostrado, una vez más, ineficacia en el cumplimiento de su misión?
En medio de la fuerte crisis invernal que devasta a parte del país, en particular a Chocó, la Alta Guajira y Santander, donde son 370 mil los compatriotas damnificados, a la entidad –en cabeza de Carlos Carrillo- le llueven duros cuestionamientos. Se le acusa de estar ausente o distante de los territorios afectados, donde sus autoridades, sobrepasadas en sus capacidades por la dimensión de las emergencias, lanzan desesperados llamados de auxilio con la esperanza de encontrar la movilización resolutiva, diligente y eficaz del Gobierno central. Pero no ha sido así.
La respuesta del Ejecutivo ha resultado, hasta ahora, escasa, pese a la declaratoria de situación de desastre. Hacienda busca plata –harán falta $1,7 billones para arrancar- en momento de gran estrechez económica. Corre prisa, toca acelerar, la solidaridad de la gente es ejemplar, pero el Gobierno es el que tiene la obligación de intervenir y, a decir verdad, se le estaba haciendo tarde.
La gobernadora de Chocó, Nubia Carolina Córdoba, una de las primeras en poner el dedo en la llaga de la tragedia que asola a casi 190 mil personas en su departamento, desde el fin de semana ha reclamado a la Ungrd un plan de choque. Con sus limitados recursos, la entidad territorial pudo atender a 2 mil afectados. Mientras, el ELN mantiene el paro armado en la región. Infame.
En La Guajira más de lo mismo. Las inundaciones en los territorios desérticos del extremo norte, donde no existen vías, han aislado a comunidades indígenas dispersas, que están sin agua, alimentos ni medicinas desde hace días. Su gobernador, Jairo Aguilar, es otro de los mandatarios que solicita ayuda prioritaria, sobre todo para enfermos que, en algunos casos, están siendo evacuados por Venezuela. Tan solo una aeronave fue habilitada para enviar suministros a la zona.
Ese no es el deber ser de las cosas. Lo que ha sucedido es indecente e inaceptable. Cierto que la magnitud de los desastres no se puede predecir, no del todo, pero sí es posible estar preparados para cuando ocurran. Para anticiparse a las catástrofes, darles manejo y asegurar recuperación adecuada fue creada la Ungrd hace 13 años. Pues bien, parece que no ha aprendido aún su labor.
No puede ser que nos acostumbremos a su inoperancia, como si esta fuera inherente a las crisis que enfrenta. Conviene precisar, en todo caso, que su incompetencia o la falta de idoneidad e integridad de sus máximos cargos no es novedad, aunque sí es cierto que durante el Gobierno Petro se ha desprestigiado aún más. Lo de Olmedo López y Sneyder Pinilla fue el puntillazo final.
Este par y sus compinches vaciaron la entidad, de eso no cabe duda, pero el Gobierno no puede dejarla a la deriva, sin margen de maniobra cuando en los territorios de la Colombia profunda se le exige actuar con prontitud. Ya habrá tiempo para definir su futuro. La acción climática debe estar por encima de la politiquería corrupta, así que Carrillo debe cerrar el capítulo de Olmedo, dejar de escudarse en el escándalo para asumir con total transparencia y determinación su labor.
Aunque una vez que se supere la fase crítica se haría imprescindible indagar por qué la unidad encargada de “coordinar, articular y fortalecer” el sistema para prevenir, reducir el riesgo de desastres y preparar la respuesta sigue fallando en la esencial atención previa. ¿Omisión o negligencia? ¿Tenía o no plan de acción por la segunda temporada de lluvias? ‘La Niña’, como se esperaba, no se manifestó, pasamos de agache, y aun así tenemos a decenas de miles de personas sufriendo. Podría ser aun peor ahora que el Ideam confirma que la onda tropical que transita por el Caribe tiene todas las probabilidades de convertirse en ciclón en próximas horas. Cada minuto que pasa crecen las urgencias de los afectados, también la necesidad de soluciones estructurales de reubicación, seguridad alimentaria, servicios básicos y atención en salud. Así que menos discursos, más acción, y sobre todo certezas. Si el Gobierno tiene claras las prioridades, que no se entretenga ni divague más. Dedíquense a trabajar por la gente que lo ha perdido todo.