El 2024 cierra con un balance agridulce para la selección Colombia. Una mezcla de esperanza renovada y señales de advertencia que marcan el camino hacia el Mundial de 2026.

Fue un año que combinó la emoción de un fútbol vibrante y competitivo, con un cierre —tres derrotas en los últimos cuatro juegos de la Eliminatoria— que deja algunos interrogantes sobre el futuro inmediato.

La Selección vivió momentos para el recuerdo. Después de 23 años, volvió a una final de Copa América, un logro que resalta el hambre y el carácter competitivo de un equipo en reconstrucción desde hace un par de años. Aunque la derrota (1-0) frente a Argentina en tiempo extra dolió, no opacó el mérito de un torneo que reafirmó la capacidad de Colombia para volver a ser protagonista en el continente.

En la Eliminatoria Sudamericana, el equipo de Néstor Lorenzo tuvo altibajos. Logró triunfos rimbombantes, como el que protagonizó en Barranquilla frente a la campeona del mundo, Argentina (2-1), pero también sufrió derrotas dolorosas que hoy lo tienen en el cuarto puesto, con 19 puntos, con Brasil (quinto, con 18) y Paraguay (sexto, con 17) ‘pisándole los talones’.

El balance general de este año en el clasificatorio al Mundial de 2026 fue de dos triunfos (contra Argentina y Chile, ambos en ‘el Metro’), un empate (frente a Perú, en Lima) y tres derrotas (ante Bolivia y Uruguay, de visitante, y Ecuador, como local), con nueve goles a favor y siete en contra, para un rendimiento del 38,89 %.

Sin lugar a dudas, el cierre de año no estuvo a la altura de las expectativas, dejando en evidencia carencias que Lorenzo deberá analizar con urgencia. La falta de efectividad en ciertos momentos clave y el bajo rendimiento individual de algunos jugadores serán aspectos críticos a corregir.

El 2025 se presenta como un año determinante. La clasificación al próximo Mundial, más que una meta, es una obligación, especialmente con el aumento de cupos que beneficia a Sudamérica (van seis directos y un séptimo a repechaje).

Colombia ha demostrado que tiene las herramientas para competir al más alto nivel, pero debe consolidar un modelo de juego que combine regularidad, solidez, creatividad y efectividad. El margen de error se reduce y la oportunidad de regresar a una Copa del Mundo no puede desaprovecharse.

La tarea no será fácil, pero el equipo cuenta con bases sólidas y un respaldo incondicional de su afición, que este año nuevamente acompañó y arropó en masa al combinado nacional en Barranquilla, la ‘Casa de la Selección’.

Ni siquiera la derrota del pasado martes ante Ecuador, que cortó un invicto de seis partidos en Barranquilla —cinco triunfos y un empate—, empaña lo que el estadio Metropolitano Roberto Meléndez significa para la Selección: un verdadero bastión, un templo donde el fútbol se respira, se vive y se celebra en medio de un calor humano y una atmósfera única.

La capital del Atlántico sigue siendo mucho más que un punto en el mapa futbolístico: es el corazón del fútbol colombiano. Aquí el clima, la hinchada y la historia se conjugan para crear un ambiente inigualable, donde nuestra Selección encuentra un respaldo absoluto y donde los sueños de gloria toman forma. Sería una locura moverla de acá, como algunas voces han insinuado, sin encontrar apoyo desde la Federación Colombiana de Fútbol.

Este año deja para la selección Colombia una mezcla de logros y desafíos que no deben ser ignorados. Si algo quedó claro en este 2024 es que el talento y la capacidad de competir están allí, pero la constancia y la eficacia serán clave en el camino hacia el Mundial.

Con el respaldo inquebrantable de una afición que nunca deja de creer y con Barranquilla como epicentro del sueño, el 2025 será el año para convertir dudas en certezas y aspiraciones en realidad.

La tarea no será fácil, pero el objetivo es claro: volver a llevar los colores de Colombia al escenario más grande del fútbol mundial.