Las cosas están así. Dos de las obras más esperadas por los ciudadanos, la intervención de la Gran Vía y la restauración de Bellas Artes, afrontan retrasos en sus entregas finales. Al margen de las razones detrás de las demoras en los cronogramas, el efecto más evidente e inmediato es el malestar que causa entre quienes exigen absoluta celeridad en los trabajos.

En el primer caso hablamos de miles de residentes, estudiantes, trabajadores, transeúntes y, en general, de una población significativa en la zona de influencia de la construcción de la vía, a lo largo de la carrera 51B, desde la Avenida Circunvalar, en Barranquilla, hasta la sede norte de la Universidad del Atlántico, en Puerto Colombia. En el segundo, los afectados hacen parte de una comunidad educativa numerosa que desde junio de 2017 fue testigo del colapso, literalmente, de las instalaciones del complejo, localizado en el barrio El Prado.

Sin entender lo que ocurre, unos y otros desesperan, cuestionan, hacen preguntas sin recibir las respuestas, lo que aumenta su preocupación y recelos por anuncios que pasado un tiempo no se cumplen. Muchas veces nos pasa igual, así que insistimos todo lo que haga falta hasta que las fuentes resuelven nuestras dudas, que son las mismas de las audiencias.

Sobre la Unidad Funcional 1 de la Gran Vía, la Gobernación del Atlántico señala que su avance es del 99 % y se inaugurará “a finales de diciembre”. Esta es una obra que arrancó en noviembre de 2022, debía estar lista 18 meses después. No fue así. En mayo de este año, durante un recorrido, el gobernador Eduardo Verano anunció que se iba a entregar en julio. Tampoco pasó. Ahora tenemos la nueva fecha. Tomamos atenta nota para pedir cuentas.

Respecto a la Unidad Funcional 2 del mismo proyecto, que comienza en el Club Campestre y va hasta la Universidad del Atlántico, se nos había dicho que estaría lista en diciembre de 2024. Sin embargo, con un avance de apenas el 55 %, su entrega se ha postergado por el momento hasta junio de 2025. Habrá que permanecer vigilantes a ver si esta vez sí cumplen. La complicación, precisa el subsecretario de Vías del Atlántico, Mario Segura, ha radicado en la compra de predios y en dificultades técnicas por suelos, en el deprimido de Le Champ.

Aun así, el reloj no deja de correr para los contratistas, sobre todo para el de la Unidad Funcional 2 que, dice la Gobernación, comenzará con la fase más compleja de este tramo, que es la finalización del cuerpo del deprimido. Con todo lo que ello supone: al menos otros seis meses de traumatismos en la movilidad de una zona caótica que necesita con urgencia la revisión del plan de manejo de tráfico, si es que existe alguno, porque queda claro que el actual no favorece el desplazamiento seguro de los actores viales que se sienten expuestos.

Mismo mensaje para los responsables de las obras de Bellas Artes. También tratamos de poner luz a la intervención que se inició en abril de 2022 tras superar desafíos relacionados con su carácter de bien patrimonial. Estaba previsto que la obra se ejecutara en 14 meses, término que se ha dilatado, además se han debido adicionar más recursos a la inversión original de $32 mil millones. Pese a ello continúa sin fecha final de entrega. En abril, el avance de los seis bloques era de 75 %, en mayo estaba en 82,6 % y ahora está en 86,4 %. El contratista incumplió la prórroga que se le había dado en noviembre, también la del 7 de diciembre, nuevo plazo pactado, de modo que será multado, una vez se surta el trámite.

El debate acerca del rendimiento o eficiencia de contratistas, también de interventores, debe estar sobre la mesa. En un proyecto de envergadura una demora leve sería asumible, pero lo que hemos visto en estos casos es otra cosa. No podemos acostumbrarnos a la anormalidad, en especial las administraciones públicas, obligadas como están a demandar el estricto cumplimiento de lo estipulado en los contratos que firman. Si no es así, ¿para qué los suscriben?

La desconfianza generada por la ruptura de la palabra empeñada socava su credibilidad porque son los gobiernos territoriales los llamados a poner la cara. Sin autoridad ni compromiso para solventar los problemas de turno, luego no se quejen de la desafección popular que se les devuelve como si fuera un bumerang.