Colombia cierra el 2024 corroborando la acelerada caída de su tasa de natalidad, tendencia invariable en años recientes que intensificó la pandemia. A la espera de consolidar el dato final, de enero a octubre el descenso fue de 14,4 %, el más considerable de la última década.

El Dane documentó en el lapso analizado 371.777 nacimientos, frente a 434.253 de 2023, es decir, unos 62.476 menos. El descenso es aún más dramático comparado con lo que sucedía una década atrás. En el 2014 hubo 557.152 alumbramientos de nacidos vivos, 185.375 más que durante el periodo observado.

Dicho de otra manera, si se contrastan los dos momentos, actualmente, nacen en el país un 33 % menos bebés que en aquella época.

Por más que sea cierto que es un fenómeno que no es exclusivo de Colombia, ni de ningún grupo poblacional, como lo recalca la entidad, sino que obedece a una realidad global que ha llevado, incluso a naciones de Europa a atraer comunidad migrante o a otorgar beneficios a las mujeres para que tengan hijos, en nuestro país apenas se habla de ello. Sobre todo, de las repercusiones económicas, sociales o en materia de educación y empleo del desplome en la tasa de fecundidad, que se reflejará en el envejecimiento de la pirámide poblacional.

Las razones por las que muchas colombianas no desean tener hijos o postergan procrear no son muy distintas a las de mujeres de otros países. Sin duda, ahí están el aumento en el costo de vida, la incorporación al mercado laboral, la búsqueda de estabilidad profesional, los elevados índices de cualificación educativa que les otorgan plena conciencia reproductiva y la incertidumbre social. Comprensibles cambios en las prioridades que desplazaron a la maternidad como la única función social de las mujeres. Ellas deciden con total libertad si lo serán o no, si apuestan por una familia unipersonal o una vida en pareja.

Hecha esta insalvable claridad, volvamos a la pepa de la cuestión. Hoy la tasa de fecundidad en el país se sitúa en 1,2 hijos, cuando la media internacional para asegurar una adecuada tasa de reemplazo, o lo que es igual, la estabilidad en la cantidad de habitantes o de población en el largo plazo, debe ser de 2,1. Al paso que vamos, 2024 marcará un nuevo récord en la caída de nacimientos que tenía 2023, cuando fueron 515.549 los nacidos vivos.

Si cada año nacen menos niños, tendencia sostenida en todas las proyecciones, a futuro tendremos, por un lado, a un menor número de estudiantes en colegios y universidades y a una menor fuerza laboral cotizando al sistema de pensiones y, por el otro, a una proporción cada vez más numerosa de mayores pensionados demandando el pago de sus mesadas.

Sin las medidas pertinentes que alivien la presión sobre el sistema de seguridad social, incluidos los servicios de salud que en la actualidad agonizan, lo que se avecina a mediano plazo es una crisis descomunal, debido al aumento en nuestra esperanza de vida.

Decisiones pragmáticas que deberían ser adoptadas en la actualidad con la intención de impactar favorablemente los tan críticos como previsibles escenarios futuros es lo que se requiere con diligencia.

Sin tasa de reemplazo poblacional o de reposición demográfica ni fórmulas mágicas que aumenten la tasa de fecundidad que mantendrá su caída libre, el país debe, cuanto antes, centrar el debate en cómo asegurar estabilidad ante el desafiante crecimiento natural negativo que afrontamos, con más personas muriendo que niños naciendo. Y en nuestro caso particular, con una cantidad importante de adultos jóvenes emigrando a diario, en busca de opciones educativas y laborales para sus proyectos de vida.

Cada cierto tiempo el Dane toca la campana, revela sus estadísticas vitales y nos alerta de una situación de la que nadie parece ocuparse. No se sabe bien por qué. Si se produce una reducción de la fuerza de trabajo, lo siguiente que se derrumbará, cuál castillo de naipes, será el crecimiento económico y la productividad del país. ¿Sabemos realmente a lo que nos enfrentamos? Pensemos más bien en el interés nacional que en ideologías, a ver si finalmente lo entendemos.