Había muchísima ilusión. Nunca antes, en esta era de la tecnología, la información y las redes sociales, un jugador había despertado tanta expectativa y emoción entre los hinchas de Junior y todos los barranquilleros. Esto fue superior a lo que se vivió con Juan Fernando Quintero. Hasta aquellos que prefieren la ingeniería civil que el fútbol han tenido que toparse con la posibilidad de que el cucuteño se convirtiera en refuerzo de los ‘Tiburones’ para la temporada de 2025.

El tema estaba en todos lados. Era algo que se hablaba en cada rincón de la ciudad y entre personas de todas las edades. Cuando apenas empezó a brotar la noticia de que James se encontraba en los planes rojiblancos, la incredulidad y el escepticismo aparecieron restándoles importancia a los pocos que se atrevían a asegurar que había intenciones serias de contratarlo.

Sin embargo, después de que Fuad Char Abdala, accionista del equipo, a través de unas declaraciones entregadas a EL HERALDO el lunes pasado, oficializara que sí había gestiones avanzadas para tratar de ficharlo, todo empezó a cambiar y los seguidores del equipo insignia del Caribe se frotaban las manos imaginándose todos los beneficios deportivos que podría aportar el volante 10.

Aunque en sus últimos años ha dado más de qué hablar por sus roces y diferencias con sus entrenadores que por lo que hace en la cancha (ha permanecido más tiempo en el banco), James ha demostrado en la selección Colombia que su calidad técnica, más allá de notorias deficiencias físicas y cuestionamientos a su comportamiento como profesional, se mantiene intacta.

Y eso bastaba para que el juniorismo soñara y se entusiasmara, porque más allá de lo futbolístico, la imagen de James para el fútbol colombiano es especial y simboliza demasiado. Es seguramente, junto a Luis Díaz y Falcao García, los futbolistas más conocidos y queridos en el país.

Ya sabemos que el fútbol es un fenómeno que trasciende fronteras deportivas y conecta con aspectos culturales, económicos y sociales. Por eso la posibilidad de que un emblema de nuestro balompié vistiera la camiseta del Junior revestía una cantidad de aspectos positivos para la ciudad.

Deportivamente, con todo y sus falencias, habría significado un salto de calidad para el equipo de César Farías. Su experiencia en clubes de élite como el Real Madrid, Bayern Múnich y Everton, así como su protagonismo en dos Copas del Mundo, habría reforzado el plantel con su talento innato, pegada y visión de juego.

El impacto económico habría sido igualmente notable. La contratación de James habría atraído un interés masivo no solo de los aficionados locales, sino también de medios de comunicación, patrocinadores y turistas. La venta de camisetas y productos oficiales con su nombre habría impulsado la economía local, y la asistencia al estadio Metropolitano habría alcanzado cifras récord.

Hoteles, restaurantes y comercios cercanos al estadio habrían experimentado un aumento significativo en sus ingresos, especialmente durante los días de partido.

Además, James habría traído consigo una exposición mediática. Cada paso suyo en Barranquilla habría sido noticia, poniendo a sonar el nombre de Barranquilla a nivel nacional e internacional.

Su llegada, de alguna manera, también habría podido servir como herramienta de cohesión social. En una ciudad donde el Junior es casi una religión, contar con un ídolo como James habría unido aún más a los barranquilleros en torno a su equipo. Las escuelas de fútbol y los programas deportivos habrían encontrado en él un referente para motivar a las nuevas generaciones.

Así las cosas, es una verdadera lástima que no se haya podido redondear su contratación, pero el manejo que el futbolista y sus asesores les dieron a toda estas buenas intenciones de los dirigentes de Junior deja mucho que desear.

No fue el más cordial y sincero en medio de las tratativas que tenían a toda una ciudad y una región al pendiente. Obvió los aspectos favorables que le representaba su arribo a Junior desde lo deportivo, pensando en la selección Colombia, y la apuesta económica de la familia Char, de su amigo Christian Daes y de un grupo de patrocinadores que respaldaban al equipo rojiblanco y le cumplieron la mayoría de sus numerosas exigencias durante la negociación.

Lamentable que no haya venido, pero por encima de todas las cosas favorables que producía su imagen y su juego, está Junior, como aseguró el alcalde Alejandro Char en clara alusión al 10. Acá deben estar los que de verdad tienen deseos de estar aquí. Los hombres pasan y las instituciones prevalecen.