Luego de años de incertidumbre y de ser protagonista de noticias desalentadoras, después de años de comerse las verdes por cuenta de la sedimentación, de las bajas o poco planificadas inversiones, el río Magdalena es ahora sinónimo de nuevas oportunidades para el desarrollo económico y turístico de Barranquilla, el Caribe colombiano y el país.
El 2024 cerró con una cifra histórica en movilización de carga en las terminales portuarias de Barranquilla. Fueron 13.4 millones de toneladas las que reportó Asoportuaria, lo que representa un crecimiento del 9 % en comparación con el 2023 y se consolida como la cifra más alta en la historia de la ciudad.
Estas cifras fueron impulsadas por todos los tipos de carga que tuvieron crecimientos positivos, destacándose la recuperación de la carga contenerizada y el crecimiento de los graneles líquidos y del coque. Las exportaciones, por su parte, reportaron un incremento del 13,5 %, mientras que las importaciones tuvieron un crecimiento del 12 %.
El mes de mayo fue el más positivo, con un acumulado de 1.3 millones de toneladas movilizadas, una cifra que en su momento sentó un precedente ante la desaceleración económica y bajo crecimiento reportado a nivel nacional.
De esta manera, la capital del Atlántico se consolida como la zona portuaria de mayor crecimiento del país en los últimos años, una tendencia que se espera que se mantenga con el contrato suscrito el año anterior para garantizar el dragado hasta mediados de 2026.
Y es que son casi dos años de mantener un calado estable, por encima de 10 metros, lo que ha permitido que se recupere la confianza en el sector e incrementar la competitividad de las terminales locales.
Un logro no menor, teniendo en cuenta que la zona portuaria estuvo, durante una larga temporada, a merced de los contratos de urgencia para responder a las crisis por el bajo calado.
A esto se suma otra excelente noticia para la ciudad y para la región Caribe: se trata del próximo inicio de las operaciones de cruceros de lujo por la principal arteria fluvial del país, consolidándose como un impulso a la economía local y posicionándolo como un destino turístico por excelencia.
Desde el mes de marzo, turistas de todo el mundo llegarán hasta Cartagena o Barranquilla para embarcarse en un recorrido por la historia y tradición de poblaciones ribereñas como Mompox, El Banco, Magangué, Santa Bárbara de Pinto, Nueva Venecia y Palenque.
Una iniciativa de una empresa extranjera con renombre en la industria de cruceros, que durante cinco años ha venido remando para llevarla a buen puerto y así dar a conocer al mundo “la combinación de sitios patrimonio de la humanidad de la Unesco, una biodiversidad impresionante y un legado cultural enriquecido por su música, gastronomía y tradiciones”.
No cabe duda de que la riqueza natural, cultural e histórica que arrastran las aguas del río Magdalena son un tesoro inigualable, al punto que medios internacionales, como el Wall Street Journal y el New York Times, lo han reseñado como uno de los destinos imperdibles para este año.
Sin duda, el buen momento del río Magdalena debe ser la excusa perfecta para que el Gobierno nacional, las autoridades locales y el sector privado avancen en la consolidación de una hoja de ruta que permita avanzar en inversiones en la infraestructura portuaria, el mantenimiento de la navegabilidad y la protección ambiental como aspectos claves para el desarrollo sostenible de este afluente que significa vida para más de 6.3 millones de habitantes de los 125 municipios ribereños.
Es hora de que el río Magdalena deje atrás, como dice el refrán popular, las verdes y comience a disfrutar de las maduras. Muchos esfuerzos solitarios, o más bien aislados, de distintos sectores han ido sumando a la ecuación que le permite hoy a la principal corriente hídrica del país ser considerada y valorada no solo por la prensa internacional, sino por visionarios empresarios que le están apostando a explotar todo su potencial. Va siendo hora de que esos esfuerzos aislados encuentren un articulador nacional que los integre y oriente con un propósito único, medible y alcanzable para sacarle el máximo provecho a la inmensa riqueza natural, turística, ecológica y económica que ofrece el río Magdalena.