Hace unos días el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, describía a los conflictos, las desigualdades, la crisis climática y la tecnología fuera de control, como los “cuatro males” de la caja de Pandora moderna que dijo “ponen en peligro nuestra propia existencia”. Pues en esa misma línea, no sería descabellado imaginar que el poderoso Donald Trump debería ser el dios Zeus, llamado a devolverle la esperanza a la humanidad.
Sin embargo, eso no sucederá. Más bien todo lo contrario. Lo que le espera al mundo con el regreso de la fuerza totalitaria del líder republicano, a partir de su posesión este lunes 20 de enero como el presidente número 47 de Estados Unidos, es absolutamente impredecible.
Aunque tampoco eso es del todo cierto. El Trump 2.0, a diferencia de su primer mandato, cuando enarboló las banderas del concepto America First, Estados Unidos primero, para señalar los derroteros de su política exterior claramente aislacionista, se ha revelado como la reinvención de Napoleón Bonaparte, exhibiendo un voluntarismo expansionista inédito.
Sus temerarios anuncios sustentados en falsos e imprecisos argumentos, para anexionar a Groenlandia y fusionar a Canadá con su territorio, su propuesta de cambiarle el nombre al Golfo de México por el de América, y su amenaza de apoderarse del Canal de Panamá por la fuerza, son delirantes. Sin duda, semejantes planteamientos encajan a la perfección en su estilo de liderazgo arrogante, autoritario, populista y demagogo, tan conocido por todos.
En el fondo del debate sobre la visión de la nueva derecha que ahora reescribe el sistema de libertades, derechos o valores que nos ha regido en los tiempos recientes, cabe preguntarse, ¿hasta dónde estará dispuesto a llegar Trump para materializar sus propuestas? Y aún más, en vista de que en su país quedó demostrado que no tiene contrapesos tras su incontestable victoria, ¿encontrará líderes u organismos multilaterales lo suficientemente sólidos, capaces de enfrentarlo, para oponerse a sus deseos e intereses?
Estamos parados frente a un horizonte en el que se dibuja una gran incógnita. El magnate, arropado por grandes inversionistas forjados en el conservadurismo futurista más puro y duro, entre estos el multimillonario Elon Musk, la expresión máxima del libertario tecnológico, supo interpretar con absoluto acierto el hartazgo de la gente hacia el sistema, la lógica victimaria, y contra lo que han llamado la maquinaria de la izquierda postmoderna.
Validado en sus referentes políticos e ideológicos Trump señalará el curso a seguir en el universo de las urgencias globales. Nada se le escapará ahora que se ha erigido en un indiscutible fenómeno sociopolítico. Es de esperarse que intervenga de forma directa en los conflictos en Oriente Medio, la invasión de Rusia en Ucrania, la guerra comercial con China, la liberalización de las nuevas tecnologías, la transición energética y la lucha contra el cambio climático. Por no hablar de los asuntos domésticos que impactarán al vecindario.
Migración, narcotráfico, seguridad y lo que pasa en Cuba y Venezuela, sobre todo luego de que Trump reconociera a Edmundo González como presidente electo, aparecen en su agenda con América Latina. De hecho, el opositor fue invitado a su posesión, al igual que los mandatarios de Argentina, Javier Milei; de El Salvador, Nayib Bukele; y de Ecuador, Daniel Noboa, alineados con las políticas del republicano. Selecta lista con un claro mensaje político que retrata su pasional manera de entender las alianzas y las lealtades personales.
¿Qué puede esperar Colombia de Trump? Podríamos correr ríos de tinta sobre el particular, y de hecho lo hacemos en nuestra edición especial de este domingo, analizando la estratégica relación bilateral que nuestro país debe mantener con su principal socio comercial y aliado en asuntos de seguridad, programas sociales y ambientales. Pero es evidente que dependerá del comportamiento del republicano. Todo apunta a que en su segundo turno será menos convencional que en su primer mandato, por su experiencia política, sí, pero también porque sabe con certeza que su retorno hace parte de una nueva era, en la que la tolerancia, el pluralismo político y otros conceptos similares hacen agua.
Así las cosas, de entrada, no parece que Trump nos vaya a regresar a un mundo más pacífico, justo y próspero, con lo cual los “males” de la caja de Pandora seguirán ahí, rondándonos.