Es oficial. La agresiva política de imposición de aranceles anunciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se estrenó este domingo. Lo que nadie vio venir es que Colombia iba a ser el primer país a nivel mundial donde se aplicaría de manera inmediata.

Sin ambages, el republicano aseguró, vía su red social Truth Social, que la activación de “aranceles de emergencia” del 25 %, inicialmente sobre todos los bienes colombianos que llegan a su nación, y a elevarse a un 50 % en la siguiente semana es parte de un paquete de “represalias urgentes y decisivas” ante la negativa del presidente Petro de autorizar el aterrizaje de dos aviones con unos 160 migrantes nacionales indocumentados deportados.

En ese punto estaba claro que ya nada nos sería fácil debido a los devastadores e inminentes efectos económicos y comerciales para el balance externo, disponibilidad de divisas y control de inflación de Colombia que, a noviembre de 2024, sumaba de su principal socio comercial exportaciones superiores a 13 mil millones de dólares, el 29 % del total nacional. Sin embargo, toda crisis siempre podrá empeorar cuando el sectarismo ideológico se desboca, asume el control de la situación y deriva en una retaliación personal que no mide consecuencias.

La airada respuesta de Petro de ordenar al ministro de Comercio Exterior elevar a un 25 % los aranceles de importaciones de Estados Unidos solo añade más leña a un fuego que apenas ha comenzado a arder. El escenario que se dibuja, por decir lo menos, es tenebroso ante una eventual depreciación del peso frente al dólar, el incremento en el riesgo país y el repunte aún impredecible de la inflación que lo encarecería todo para el ciudadano de a pie

Ni hablar de las otras sanciones de Trump contra Colombia, como prohibiciones de viajes, revocatorias de visados a funcionarios del Gobierno, sus aliados, simpatizantes, miembros del oficialismo y a sus familias; inspecciones reforzadas de aduanas de todos los nacionales colombianos y de la carga, e imposición total de sanciones fiscales, bancarias y financieras. Hasta será complejo usar una tarjeta de crédito de servicios financieros de Estados Unidos.

Sin duda, hemos entrado en la categoría de país paria con vocación de derrota, tras una innecesaria batalla diplomática bilateral, de excesiva retórica delirante y, sobre todo, de pésimo pronóstico, que bien pudo manejarse con más moderación y menos irreflexión impulsiva de tuitero principiante. El desvarío victimizante de

Petro en su desproporcionada reacción no se compadece con la urgencia de encontrar una salida de Estado a esta crisis.

Petro tiene razón cuando argumenta que los migrantes merecen respeto y ser tratados con dignidad. Es cierto que ninguna persona debe ser considerada delincuente por su decisión de migrar para buscar mejores condiciones de vida, como también lo es que cada país maneja su política migratoria. De hecho, desde 2023 el retorno de nacionales en situación de irregularidad se ha venido incrementando en vuelos concertados entre autoridades migratorias de ambos países. Nada más el año pasado lo hicieron unos 14 mil compatriotas.

Con firmeza, México y Brasil han fijado sus posturas frente a la dura política migratoria de Trump, pero mantienen abiertos los canales de diálogo por el bien de sus ciudadanos deportados que tienen todo el derecho de ser acogidos, algo que Colombia les negó sin más a los suyos.

Desconcierta que el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, revele que Petro había autorizado los vuelos con los deportados, pero que luego se retractó cuando estaban ya en el aire. Un exultante trino del mandatario que minutos después borró así lo corrobora.

Sin precedentes, cada acción confirma el irresponsable manejo de la política exterior del Gobierno, con decisiones de alcance internacional que dependen del vaivén o caprichos del presidente, decidido a tensar las relaciones con Estados Unidos hasta el borde de la ruptura en un contexto excepcional de incertidumbre, mientras con vanidad insiste en dar lecciones vía red social y alentar una confrontación sustentada en amenazas y acusaciones que nos empujan al caos en el desorden global de la era Trump. Ahora, ni siquiera los colombianos podrán aspirar a un visado, en tanto los procesos en curso se suspenden indefinidamente.

El camino que se avecina, si Colombia no da marcha atrás en su determinación de no aceptar los vuelos de deportados, se divisa tortuoso. Es la verdad. Conviene aceptar esta realidad, aunque no nos guste. Inquieta que en un momento de extrema turbulencia pública y notoria la cancillería quede en manos de Laura Sarabia, quien no acredita experiencia alguna en política exterior. Señor presidente, señora canciller, la dignidad de los compatriotas deportados de Estados Unidos es incuestionable, como también lo es la de los millones de nacionales que podrían perder sus empleos, negocios, calidad de vida, relaciones con familias y proyectos personales. Si eso no es indignidad, ¿qué más podría serlo?