El rastro de ‘la Loba’ se olfatea por doquier en una Barranquilla aún rendida a sus pies que se apresta para tributarle su particular homenaje de gratitud a través de lo que mejor sabe y más le gusta hacer: gozarse con pasión desenfrenada su soñado carnaval. La manada, tanto la local como la foránea, arde en vívidos deseos de volcarse a las calles, al territorio lobero, para aullar de forma sostenida durante los cuatro días de arrebato colectivo más embriagadores del año, que refuerzan –como en ninguna otra época– nuestros lazos de unión.
Es lo que tiene el Carnaval de Curramba. Irrestricta tradición centenaria, absolutamente vigorosa, opulenta en riqueza patrimonial, tan irreverente como sediciosa, impregnada de abrasador calor humano y, ahora sabemos, con un poder totalitario capaz de seducir, incluso a la misma Shakira. Encarnando a la muerte en el desfile de La Guacherna, la megaestrella mundial, al lado de sus hijos, Milan y Sasha, debió sentirse más viva que nunca.
Palco arriba, palco abajo, bordillo, banquito o silla de plástico, la valía o mérito de la tradición, retrato fidedigno de nuestra memoria identitaria que arraiga lo que somos y la ancestral historia que hemos escrito, resulta inestimable, aunque el precio a pagar varíe. Irrefutable, pero al final el carnaval sí es uno solo y cada quien elige cómo, con quién y dónde se lo sabrosea. Posibilidades tenemos de sobra, de manera que el inmovilismo no debería ser una opción a valorar para quienes deciden apostar por una agenda carnavalera.
Tatiana Angulo, su majestad la reina, luego de su apoteósica coronación en homenaje a los hacedores de la fiesta, recorre este sábado la Vía 40, escoltada por 19 suntuosas carrozas elaboradas por maestros y artesanos locales formados en la Fábrica del Carnaval de Barranquilla. Cerca de 70 grupos folclóricos, entre danzas, comparsas, así como disfraces individuales y colectivos, también desfilarán en la Batalla de Flores. En la calle 17, el rey Momo, Gabriel Marriaga, fundador y director del Cumbión de Oro, encabeza un recorrido imperdible porque conmemora las tres décadas de recuperación de esta tradicional figura.
Alexsandra Estarita, la soberana del Carnaval de la 44, y su corte real desfilarán por la carrera 44 hasta la Plaza de la Paz en la Batalla de Flores Sonia Osorio en su edición número 26, con carrozas, centenares de disfraces, grupos folclóricos, en un ambiente distendido, festivo, ‘bacaneao’, como lo constató ‘la Loba’ mayor cuando inauguró la nueva era del bordillo carnavalero. ¡El que nunca se haya sentado en uno no sabe de lo que se ha privado!
Rituales de felicidad inmancable para el barranquillero que lleva semanas, para ser más exactos desde mediados de enero tras la Lectura del Bando, calentando motores con alegría, ilusión y a su manera, porque aquí nada se impone. Así que más preparado se daña.
Lo que está por venir antoja y mucho: desde la Gran Parada de Tradición y la de Comparsas, en la Vía 40, hasta la Gran Parada Carlos Franco, que recorre 19 barrios, y la Conquista del Carnaval –entre el boulevard de la 8 y Simón Bolívar–, pasando por Baila la Calle, en el Par Vial de la carrera 50, el Festival de Letanías en Barrio Abajo, el Encuentro de Comedias en los parques Olaya y Almendra, la Elección de la Reina Popular en la Plaza de la Paz, y, con dolor del alma, el desfile por la carrera 54 para despedir a Joselito Carnaval, el día martes.
Shakira le dio un impulso excepcional a la fiesta con su presencia. Innegable. Sin embargo, esta ha venido en un sostenido proceso de expansión imparable que demanda liderazgos para promover su internacionalización sin perder la esencia patrimonial y para asegurar su sostenibilidad ambiental e innovación creativa sin marchitar su impulso social. El potencial es descomunal, como lo demuestran las portentosas cifras de dinamización de la economía del Distrito y Cámara de Comercio que proyectan más de 800 mil visitantes, un derrame económico de $900 mil millones y la generación de 190 mil empleos directos e indirectos.
¿Debemos hacer esfuerzos para seguir engrandeciendo el Carnaval? La respuesta se cae por su propio peso. No obstante, el quid del asunto es el cómo y en ese pedacito es donde nos atoramos. Pensar en la fiesta no puede ser un ejercicio de unos pocos meses. Claramente, la lección está dada: Barranquilla necesita y merece un carnaval 24/7, los 365 días del año.