Se cumplen hoy cinco años de la confirmación del primer caso de covid-19 en Colombia. Lo hacía el entonces presidente Iván Duque, quien precisaba que la paciente era una mujer que había aterrizado en Bogotá, procedente de Milán, Italia. Menos de una semana después la Organización Mundial de la Salud (OMS), que a finales de enero anunciaba alerta internacional por una “neumonía de origen desconocido detectada” en China al término de 2019, la declaró oficialmente una pandemia, la peor en más un siglo que trastocó por completo la vida global.

A estas alturas, poco se escucha hablar del virus, ya no es una amenaza, pero este continúa entre nosotros, circulando de manera extendida en el mundo y, en particular, cuando se trata de adultos mayores, personas con enfermedades de base u otros grupos vulnerables, sigue cobrando vidas. Se estima que hasta el 2024, la covid-19 acumulaba 777 millones de casos confirmados y 7 millones de fallecidos, aunque la misma OMS calcula que podrían ser más de 20 millones de víctimas mortales, debido al subregistro o falta de pruebas de detección.

Indudablemente, las infecciones previas y, sobre todo, la vacunación masiva -de la que en este 2025 se cumplen cuatro años en nuestro país- aumentaron la inmunidad de la gente, incluso frente a las actuales subvariantes, descendientes de la dominante ómicron. El efecto protector, gracias a la administración de dosis -casi 14 mil millones a nivel global- eso sí, en una proporción desigual de acuerdo con la capacidad adquisitiva de los países, ha reducido el impacto de la enfermedad en términos de hospitalizaciones y de muertes. Aun así se registraron 3 mil entre los meses de octubre y noviembre de 2024 en 27 países.

Tras cinco años del inicio de este traumático evento, particularmente por las irreparables pérdidas de seres queridos, una de las mayores preocupaciones aún no resueltas es la condición de covid persistente o covid largo que afronta un número indeterminado de personas que ni siquiera han sido diagnosticadas. Las secuelas de la infección, entre estas cansancio crónico, tos, fiebre, ausencia del gusto u olfato, dificultades para respirar o concentrarse y depresión, que afectarían a seis de cada diez pacientes graves luego de su recuperación, pueden repercutir en el corazón, los pulmones o el cerebro, reconoce la OMS.

Para esas personas es imposible dejar en el pasado al virus, como intenta hacer el resto de la humanidad. Aún peor porque sin dictamen claro o definitivo como consecuencia del desconocimiento de lo que causa la covid persistente, recibir atención adecuada o tratamiento pertinente puede llegar a ser todo un desafío, en especial en un momento crítico para el sistema de salud colombiano acorralado por una serie de urgencias evidentes.

¿El Ministerio de Salud, entidades del sector, tanto públicas como privadas, tienen claro cuántos pacientes afrontan esta condición en Colombia? ¿Existe un protocolo definido para tramitar sus casos? O ¿Interviene el Ministerio de Trabajo para garantizar la incapacidad de personas en una situación de inhabilidad constante por covid, en riesgo de ser despedidos? Justo ahora, cuando por la crisis financiera que asfixia al sector salud asistimos a un desmantelamiento de capacidades instaladas en centros asistenciales valdría la pena considerar la realidad de estas personas, buena parte de ellas mujeres, invisibilizadas en el sistema por la falta de datos e información actualizada sobre las secuelas de la enfermedad.

El coronavirus ya no es una emergencia global, cierto. Pero eso no exonera a los países de trabajar unidos, de forma transparente, desinteresada, para prevenir o estar preparados ante futuras pandemias debido a enfermedades emergentes desatadas por patógenos de carácter zoonótico, resultado de la intrusión del hombre en la vida silvestre, reservorio de virus desconocidos. Tanto tiempo después, la OMS sigue demandando que China comparta sus datos sobre la covid para entender su origen: no ha sido posible, como tampoco alcanzar un consenso para cerrar un tratado mundial contra las pandemias, hoy bloqueado.

Lo dicho, del virus de 2020 nadie quiere acordarse, ni siquiera para extraer indispensables enseñanzas que nos protejan de las nuevas epidemias, la desinformación y los antivacunas.