Es hora de balances. El carnaval 2025, inspirado en la icónica frase ‘En Barranquilla se Baila Así’ en homenaje a Shakira, nuestra figura más universal, ha quedado atrás. Por las conversaciones, tanto en tiempo real como en la esfera digital, así como por los hechos acontecidos en la previa de la fiesta y lo sucedido durante los cuatro días de jolgorio, salta a la vista que fue una edición histórica para la ciudad debido a su impacto en asuntos claves.
Resulta necesario entender con sentido autocrítico lo vivido para tratar de prepararse mejor ante los futuros retos, con la esperanza no siempre cumplida de superar errores del pasado.
Los dos conciertos de Shakira, al margen de sus propios problemas logísticos en el acceso, en movilidad, suministro de alimentos o relacionados con inseguridad, se convirtieron en la mejor antesala posible para el carnaval. Para asistir a los show, 22 mil personas arribaron, vía Ernesto Cortissoz, a la ciudad. Pese a todo, Barranquilla ratificó que cuenta con un gran potencial para erigirse en destino turístico, cultural y de eventos de talla mundial en el país.
Las cifras son irrebatibles. Cerca de 800 mil visitantes de 15 países disfrutaron de la agenda de precarnaval y Carnaval, con más de 360 eventos, de los cuales una buena parte, sobre todo los que se escenificaron en plazas, parques y en los barrios, eran totalmente gratuitos. Así que sí había opciones para escoger.
Como se preveía, el derrame económico que superó los $880 mil millones dinamizó sectores como el hotelero que cantó victoria con una ocupación del 100 % en los días de mayor afluencia. El transporte tuvo un comportamiento excepcional. Se movilizaron 136 mil viajeros a través de la terminal terrestre, mientras que 145 mil vehículos, con un estimado de 580 mil personas a bordo, ingresaron a la ciudad, según lo registrado por los peajes. Gastronomía, ocio nocturno y comercio también sumaron datos positivos gracias al gasto de turistas: $2,4 millones, los nacionales y $3,1 millones, los extranjeros, durante su estadía.
En el detalle de la reflexión o crítica constructiva, la palabra la tienen los hacedores, operadores y directivos de la fiesta. La asistencia masiva a los desfiles y la puntualidad en su inicio son aspectos a destacar. Danzantes hicieron sus recorridos y presentaciones cuando el sol aún brillaba y los asistentes permanecían ubicados en sus palcos, sillas o en el tradicional bordillo. Un acierto conseguido desde el año anterior que debe mantenerse, como justo reconocimiento al esfuerzo que realizan los grupos folclóricos y comparsas.
En el otro extremo, en las oportunidades de mejora que no son pocas, los actores del carnaval lamentan los irresolubles baches que afean el espectáculo. Algunos de ellos debido a que la música en vivo de las danzas termina ahogada por el sonido amplificado de los carros o tráilers y las agrupaciones se resisten a avanzar para no perder su ritmo original. También son numerosas las quejas por las invasiones del espacio de los danzantes por los asistentes, sobre todo en la Batalla de Flores, aparentemente por incomodidades en los minipalcos.
Es indispensable abordar cuestiones como el abusivo precio del alquiler de sillas o las interminables comitivas, muchas de las cuales ni rajan ni prestan el hacha. Es decir, ni bailan ni aportan al desfile, más allá de lucir un disfraz, si acaso bonito, por el que pagaron.
En los pequeños detalles está la diferencia. Las danzas patrimoniales y los hacedores del carnaval deben ser cuidados como un tesoro. De nada sirve tener soberanas espléndidas como lo fueron Tatiana Angulo y Alexsandra Estarita, con sus monarquías reales, si no están acompañadas por los actores de la fiesta. Los unos no existen sin los otros. Que no se olvide.
El éxito comercial de la Batalla de Flores sentencia a la Gran Parada de Tradición a ausencia de público. Promover la asistencia a este desfile con entradas a precios populares es casi que un imperativo moral. Como también lo es integrar a todas las organizaciones, Agfa y Fayfa, entre otras, a espacios para debatir mejoras, así como educar a la gente en tolerancia, respeto y convivencia para que la fiesta no dispare las riñas como ocurrió este año, en el que sí hubo reducción de crímenes y, como suele ser habitual, hurtos de celulares a tutiplén.
Del 14 al 17 de febrero de 2026, Barranquilla será otra vez el epicentro de una celebración tradicional, símbolo de identidad currambera, que se consolida como nuestra carta de presentación ante el mundo. En consecuencia, debemos estar a la altura de los desafíos que nos esperan para continuar elevando el carnaval a los más altos estándares de excelencia.