Hay demasiados asuntos todavía pendientes por resolver en el difícil proceso de recuperar espacios culturales que se cerraron en Barranquilla durante los últimos años. Pese a avances significativos, la fotografía del actual momento no invita aún a un optimismo desbordante.

Lo más notable son las obras del Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MAMB), que con una ejecución del 50 %, podrían estar listas al cierre de 2025. Estimación del alcalde Alejandro Char, ratificada por su secretario de Cultura, Juan Carlos Ospino, quien confirmó el acompañamiento del Museo Nacional de Colombia en la intervención. Tanto en cuestiones relacionadas con la perspectiva social e histórica del espacio, así como en los aspectos técnicos asociados con infraestructura que, en sí misma, se anuncia monumental.

No solo por el diseño único e innovador del arquitecto Giancarlo Mazzanti -sabemos que una serpiente abrazará las escaleras de sus seis pisos-, también por su construcción sostenible, pensada para mitigar el clima de la Arenosa. Finalmente, el sueño de contar con un museo vivible, cercano, que anide en Barranquilla la esencia e identidad del Caribe colombiano, como lo retrata el mural ‘Cosas del aire’, del maestro Alejandro Obregón, que tendrá un sitial de honor en la nueva y deseada sede del MAMB, empieza a ser una realidad.

Han sido años de parálisis por crisis económicas que dieron al traste con el majestuoso proyecto del Parque Cultural del Caribe, soñado desde hace más de un cuarto de siglo para exaltar la riqueza artística y patrimonial de la región. Retomar la construcción del MAMB, iniciada en el 2014 y suspendida antes de pandemia, ha demandado un minucioso trámite.

En primera instancia, para que el Distrito asumiera el manejo del centro cultural, construido –sí- con recursos públicos, pero en predios de fundaciones privadas, encargadas de su operación, mantenimiento y conservación. Apenas a finales de 2023 fue posible la entrega. Ya en manos de la Alcaldía, esta pudo destinar $20 mil millones de recursos de las vigencias 2024 y 2025, en la intervención, vía licitación. Nuestros impuestos invertidos en reivindicar cultura, ese universo intangible, colmado de valores, costumbres, tradiciones, hábitos y formas de vida que nos representa y del que estamos huérfanos desde hace largo tiempo.

Sin embargo, queda una tarea desafiante, casi titánica, por delante. Al lado del renaciente MAMB, agoniza el Museo del Caribe. Inaugurado en 2009 y cerrado en enero de 2020, este otro templo de la cultura de Barranquilla se encuentra a merced del olvido. Misma situación de su compañero de infortunio por su condición de bien privado, de modo que es posible inferir que su salvación estaría amarrada a una decisión similar que debería tomar el Distrito. ¿Lo hará? Es lo que está por verse, sobre todo porque la Corporación Parque Cultural del Caribe, responsable de su administración, arrastraba un pasivo superior a los $12 mil millones, a corte de febrero de 2021. Cifra que lo hizo insostenible en su momento.

A pesar de los aportes del Consejo Directivo, no ha sido factible rescatar el patrimonio que, ciertamente, demanda soluciones estructurales. La existencia plena del MAMB, como referente de turismo cultural de la ciudad, incluye la salvación de su vecino. Ad portas de su reapertura, urge encontrar los recursos por miles de millones de pesos, para invertir en la restauración del museo y de la plaza Mario Santo Domingo, uno de los ejes centrales del complejo. Pero conviene no romantizar ni politizar la crisis. La clave de esta ecuación debe asegurar más que la rehabilitación de la infraestructura para revertir los años de postración.

Si no se trabaja en formar y crear audiencias que agranden el ecosistema cultural y artístico de la ciudad, solo con ingresos por taquillas o entradas, no será posible garantizar su funcionamiento en el mediano plazo, porque los costos no se cubren. Ese fue el origen del déficit acumulado del museo. Dicho de otra manera, si el financiamiento de los espacios culturales no se gestiona con aportes públicos e ingresos privados no podrán ser sostenibles. Que sea una lección aprendida para no estar condenados a repetir el desastre.

Del Teatro Amira de la Rosa, donde fuimos tan felices, y de los respetables tiempos del Banco de la República, encargado de su intervención integral, hablamos otro día. Por lo pronto, resiste Gloria Peña. El que espera lo mucho, espera lo poco. Quedan unos 40 meses.