Si bien la política de negociación del presidente Donald Trump ha sido agresiva, el anuncio de imponer aranceles de entre el 25 y el 50% a todo el petróleo que salga de Rusia –si esta dificulta el acuerdo para un alto el fuego en Ucrania– deja muchas interrogantes frente a si será efectivo o, por el contrario, resultará contraproducente para el golpeado camino hacia la paz que azota a la región.
Por un lado, se tensan las relaciones con el país que actúa como intermediario en los diálogos y se escala la guerra comercial a otro nivel, lo que significa un giro importante de EE. UU. en su manejo de la diplomacia con Rusia, de lo cual Trump se ha jactado en años anteriores, y ha defendido incluso durante su actual mandato. En ese escenario su homólogo ruso también es conocido por sostener el tono de cara al republicano, en paralelo que ha marcado su línea política de casi 26 años de Gobierno por el hecho de no ceder a presiones de ningún tipo.
En otro frente, dichas acciones podrían desencadenar el recrudecimiento de la guerra, que ya se encuentra en un punto crítico por cuenta de la petición del mismo Putin de relevar a Zelenski para avanzar con el proceso de paz y luego cuestionar su legitimidad en el cargo. Según Trump, estas palabras le enfadaron mucho pero la realidad es que van en la línea con comentarios anteriores del presidente estadounidense, que hace poco más de un mes calificó a Zelenski de “dictador sin elecciones” y luego increpó al líder ucraniano en una reunión en la Casa Blanca hasta el punto de invitarlo a salir de la misma.
Al tiempo, las hostilidades y acusaciones continúan de ambas partes tras un fallido intento por cesarlas con una tregua energética. El mismo Zelenski recordó que durante las últimas 48 horas Rusia atacó las regiones de Dnipropetrovsk, Kiev, Sumi, Járkov y Jmelnitski con más de 170 drones, entre ellos más de 100 aviones no tripulados de ataque Shahed, y reconoció que su país lanzó drones contra tres provincias rusas.
No en vano el ucraniano urge una respuesta internacional a los ataques contra civiles y la diplomacia de su país, tanto así que pareciera que ya empieza a buscar un Plan B y a apostar por apoyos mucho más “conciliadores” y menos controversiales para su estrategia de acabar con la guerra. El ministro de Exteriores de Ucrania, Andrí Sibiga, expresó su confianza en que Brasil pueda ejercer su “influencia diplomática para persuadir a Rusia de firmar un acuerdo de paz justo que incluya un paquete de garantías de seguridad”.
En una rueda de prensa en Hanoi, al término de una visita oficial a Vietnam, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, conocido por ser una voz mediadora, anticipó que hablará por separado con los mandatarios de Rusia y Ucrania, sobre la necesidad de negociar el fin del conflicto que se extiende desde hace tres años. Además, pretende invitar a Putin a la cumbre del grupo BRICS que se celebrará en Río de Janeiro a comienzos de julio, aunque es poco probable que el líder ruso viaje a Brasil debido a la orden de arresto dictada en su contra por la Corte Penal Internacional como consecuencia de la invasión de Ucrania. En este marco, Sibiga definió a Brasil como un país “con profundas tradiciones diplomáticas, que sabe presionar a terceros”.
Por último, pero no menos importante, está el costo que Trump busca cobrar por el “apoyo” que ofrece a Ucrania. Varios medios internacionales han empezado a revelar el borrador en el que EE. UU. le pide al país ceder al Fondo de Inversión todos los proyectos vinculados a recursos naturales e infraestructura que diseñe de la firma en adelante, y respecto a los denominados minerales críticos únicamente Washington podrá decidir si pueden ser vendidos a terceros países.
En ese sentido, Zelenski ha dicho que prefiere un acuerdo que respete la soberanía energética de Ucrania y que garantice su seguridad territorial ante un eventual ataque de Rusia, lo que no pareciera estar sucediendo con Trump. La fecha autoimpuesta es el 2 de abril y la cuenta regresiva para que Rusia responda positivamente al cese al fuego se agota. ¿Cederá Putin?