La declaratoria de emergencia sanitaria por un brote de fiebre amarilla en Colombia se ha convertido en el nuevo caballo de batalla del presidente Gustavo Petro contra sus enemigos imaginarios. En su inventario de populista perfecto para recrear odios, construir conflictos a su antojo o validar falacias figuran el Congreso, las altas cortes y sus opositores políticos, en primera instancia. Pero dependiendo de la ficción de turno también aparecen los bancos, los ricos, las grandes empresas, los gremios, los medios de comunicación y un largo etcétera de personas y entidades, tanto públicas como privadas, que a su juicio no lo dejan gobernar.

Contra todos ellos volvió a arremeter durante el consejo de ministros disfrazado de alocución presidencial del lunes pasado, con el que incumplió abiertamente el fallo del Consejo de Estado que le había prohibido transmitir los encuentros de su gabinete en los canales privados de televisión. El espacio reservado para que ofreciera información de interés nacional sobre las medidas para contener la propagación del virus derivó en una extensa arenga para desacreditar la labor del alto tribunal, al que acusó de censura, y en el anuncio de que el primero de mayo acudirá al Senado para presentar el texto de la consulta popular, en una jornada en la que dice, “desenvainará la espada de Bolívar ante el pueblo”.

Eso a grandes rasgos. Expresa disconformidad, y con toda razón, el presidente del Consejo de Estado, magistrado Luis Alberto Álvarez, ante las descalificaciones del gobernante, a quien señala de “violentar” a la justicia con alegatos hostiles contra las decisiones autónomas e independientes de esta rama del poder público. Como no podría ser de otra manera, porque entonces no estaríamos en un Estado de Derecho, sino en una autocracia, al mejor estilo de Venezuela o Nicaragua, el tribunal anticipa que evaluará si la alocución de casi dos horas con intervención de funcionarios del gabinete, como a todas luces parece ser, incumplió lo ordenado en el fallo, lo cual daría pie a la apertura de un desacato judicial.

Petro no desperdicia oportunidad para simplificar la realidad, fabricar nuevos adversarios, señalar a quienes considera culpables de todos los males de la nación o reprochar a sus antagonistas, con el único propósito de poner el foco en ellos. Así busca forzar opiniones en su contra porque al final ese es el punto de su populismo autoritario: no le importa tanto resolver un problema como señalarlo para que las audiencias le den la razón que, de acuerdo con su visión personal de ser faro de la civilización, nadie más posee. En ese orden de ideas, los televisados consejos de ministros por los canales privados son el mundo ideal.

Lamentable que en medio de una compleja situación de salud pública por la propagación del virus de la fiebre amarilla –que suma 23 fallecidos solo este año en varias regiones del país– el jefe de Estado recale en sus viejas peleas o cace nuevas. En la diana de sus ataques están ahora los concesionarios de proyectos viales 4G y 5G, a los que acusa de incumplir contratos para, a renglón seguido, anunciar que los recursos de vigencias futuras destinados a financiarlos se usarán para pagar vacunas, tratar pacientes y cubrir otros gastos asociados a la crisis. Si no es suficiente, amenaza con la emergencia económica. Levanta la mano la Cámara Colombiana de Infraestructura (CCI) para señalar imprecisiones e interpretaciones erradas del jefe de Estado. En definitiva, para advertir con claridad que su plan no es viable.

Demasiados sofismas campean en un asunto apremiante porque el Gobierno no ha sido pertinente ni oportuno en su mensaje. La fiebre amarilla transmitida exclusivamente por un mosquito, en ningún caso de humano a humano, no es ficción ni se pueden forzar los hechos para reafirmar causas políticas. Esta es una crisis de salud que en el 20 % de casos puede terminar en un cuadro severo. Se debe insistir en la vacunación como la estrategia más importante de prevención, sobre todo en las zonas endémicas, y en la consulta con un médico ante la aparición de síntomas. La pandemia marcó la ruta de la articulación sanitaria.

A estas alturas, eso no parece claro. Escuchar a los expertos en salud y atender la evidencia científica para no caer en las especulaciones es lo correcto. Lo demás es una salida en falso.