Las ferias del libro son importan­tes por su capacidad de promo­ver el hábito de la lectura, el co­nocimiento y la cultura, además de facilitar el acceso a textos únicos y pro­piciar el desarrollo personal y social. Son eventos que ofrecen un espacio para la di­fusión de la literatura y la promoción del libro, una industria que lucha por prácti­camente sobrevivir en una era donde lo digital está al alcance de la mano.

En aras de ratificar esta importante mi­sión se ha iniciado este viernes la edición 37 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FilBo), que durante casi cua­tro décadas se ha caracterizado por ser el evento más importante del mercado editorial colombiano y uno de los hitos de la programación cultural en América Latina.

Y es que este encuentro literario organi­zado por la Cámara Colombiana del Libro con Corferias, que se extenderá hasta el próximo 11 de mayo, contará con más de 500 invitados (entre nacionales e interna­cionales) y con 2.300 eventos dirigidos a una amplia variedad de públicos.

Este año, bajo el eje temático “Las pa­labras del cuerpo”, la feria se propone explorar cómo la literatura, la ciencia y el arte abordan el cuerpo como territorio de memoria, identidad y resistencia. En un mundo donde los discursos tienden a fragmentarse, resulta urgente y nece­sario volver al cuerpo, al origen sensible del lenguaje, para comprendernos mejor como individuos.

La presencia de España como país invi­tado de honor abre una ventana al diálogo con una tradición literaria que ha nutrido profundamente nuestras letras. Figuras como Javier Cerca, Rosa Montero, Palo­ma Sánchez Garnica, junto a referentes latinoamericanos como Laura Restrepo, Héctor Abad Faciolince o Yolanda Arroyo Pizarro, garantizan conversaciones inte­resantes que cruzan fronteras y épocas.

Pero la FilBo no solo honra lo consagra­do, también apuesta por lo emergente y lo inesperado. La participación del artista Enrique Bunbury, quien deja momentá­neamente la música para presentar su li­bro La carta, demuestra que la literatura se expande y se reinventa en nuevas voces.

Más allá del valor simbólico de este en­cuentro, la FilBo tiene un impacto concre­to en la industria editorial y la economía cultural del país. No es casualidad que el Salón de Negocios, una de las apuestas más fuertes del evento, movilice cada año millones de dólares. En 2025 se proyectan más de USD6 millones, gracias a la partici­pación de cerca de 150 profesionales del libro: editores, distribuidores, agentes literarios y compradores internacionales que van a Bogotá no solo a descubrir ta­lento, sino a fortalecer alianzas.

La edición pasada reunió a más de 600.000 visitantes. Este año, con un día adicional, se espera superar esa cifra de asistencia.

Un momento especial será el homenaje póstumo al recién fallecido Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura y una de las vo­ces más influyentes del continente. Recor­darlo en este contexto es también una for­ma de rendir tributo al poder de la escritura como legado cultural, político y humano. A lo largo de varios encuentros, escritores, ensayistas y lectores se reunirán para recor­dar y reflexionar sobre el autor de La ciudad y los perros y La fiesta del chivo.

Cabe anotar que en Barranquilla des­apareció de la agenda de grandes even­tos anuales LIBRAQ, que inició en 2018 y se extinguió en 2023 con una modesta edición que del Centro de Convenciones Puerta de Oro pasó a la Aduana.

En diciembre del año pasado la Alcaldía de Barranquilla, a través de su Secretaría de Cultura, lideró la primera edición de la Feria Internacional del Libro de Barran­quilla (FILBAC), un piloto que fue respal­dado por el público y que el secretario distrital de Cultura, Juan Carlos Ospino, le ha confirmado a EL HERALDO se man­tendrá vivo en este 2025.

Resulta necesario que en la capital atlan­ticense los lectores sigan encontrándose con los autores en un recinto ferial, por­que así se crea un verdadero ecosistema que conecta creatividad, conocimiento y economía. Una feria de este tipo en rea­lidad es un espacio donde el libro, en su dimensión más amplia, se transforma en un puente de oportunidades. No hay otra vía, invertir en cultura debe convertirse en una estrategia de desarrollo.