Dos cosas son evidentes a estas alturas del fenómeno de El Niño en Colombia. Primera, ante la persistencia de los bajos aportes hídricos y el incremento de la demanda de energía urge adoptar medidas de carácter transitorio que garanticen la operación confiable, económica y segura del Sistema Interconectado Nacional, SIN. En otras palabras, para conjurar el posible riesgo de un apagón. Y segunda, que el Gobierno nacional no actuó con la debida diligencia, pese a los insistentes llamados de agentes del sector que desde hace meses venían encendiendo las alertas.

La más reciente, la enfática advertencia de XM, el administrador del mercado eléctrico, que sacudió al Ministerio de Minas y Energía y, de paso, al Ejecutivo en pleno. Ya era hora. Con cifras claras e incuestionables el operador del SIN puso en negro sobre blanco el preocupante nivel de los embalses que a la fecha se sitúa en 31,5 %, el más bajo de su media histórica de los últimos 20 años para esta época. Es decir, a menos de 5 puntos de su valor crítico de referencia de 27 %.

Si no llueve lo suficiente para que se empiece a recuperar el nivel de las hidroeléctricas, de hecho en marzo no cayeron las precipitaciones esperadas, ni tampoco se ponen en marcha indispensables acciones para encarar la situación, XM estima que se dispararán las dificultades para atender la demanda de usuarios, sobre todo en horas pico, entre las 7:00 y 9:00 de la noche.

En ello radica la clave del complejo momento que atravesamos: una demanda al alza que no encuentra cómo abastecerse de una oferta, por un lado, bastante reducida debido al impacto de ‘El Niño’ y, por otro, estancada de forma estructural por proyectos de generación y transmisión que siguen sin entrar en operación, de acuerdo con el cronograma planeado.

XM precisa que hoy la demanda de electricidad, o lo que es igual, el consumo de energía crece al 8,31 %, triplicando de lejos previsiones poco realistas que la estimaban en 2,5 %. De modo que salta a la vista la estrechez de un sistema, de por sí estresado, que abre grandes incógnitas en el corto plazo.

De entrada, la más acuciante es saber si habrá o no racionamiento. El ministro de Minas, Andrés Camacho, insiste en que nos encontramos en la fase final del fenómeno. Así lo ha indicado desde febrero; sin embargo, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) no descarta que este se extienda hasta finales de mayo. Conviene tenerlo en cuenta, aunque la transición hacia ‘La Niña’ resulte inminente e irreversible.

Al final, mantenernos a flote dependería de la efectividad de las nuevas medidas del Ejecutivo, entre ellas una campaña nacional de ahorro y de eficiencia energética, empezando por casa, con funcionarios teletrabajando o edificios públicos con horarios de apagado y encendido. Así como del seguimiento que de las acciones anunciadas haga la ciudadanía, que, eso sí, debe ser muy consciente de la actual vulnerabilidad para actuar de forma responsable en el uso de la energía y el agua, bienes escasos en lo que resta de la época, cuyos impactos los sentiremos hasta junio.

Visto bajo esta perspectiva, cabría preguntarse por qué no se elevó antes esta convocatoria o se procedió de una forma más preventiva, menos improvisada, y, en especial, coordinada con los distintos agentes del sector si todos los indicios advertidos por técnicos anticipaban que este era el camino acertado.

Pues bien, como no quedan muchas alternativas, más vale tarde que nunca. Ojalá sea una lección aprendida: el valor de la escucha, de trabajar articuladamente, tomando las decisiones correctas y, en especial, oportunas, procurando ser claros y transparentes para no incurrir en equivocaciones al enviar mensajes errados a la gente sobre una normalidad que está lejos de tenerse, cuando en realidad afrontamos serios apuros de suministro de energía que exigen directrices precisas, en vez de titubeos, dilaciones o ambigüedades. Nada se gana con ello.

No extraña que justo ahora, cuando más se requiere, la ciudadanía –por falta de sensibilización pertinente– no asuma como prioridad el eventual riesgo de cortes de energía, posible también en el Caribe, donde aún esperamos soluciones a nuestra sistémica crisis particular. Sobre todo, ahora que el valor de las facturas podría incrementarse por la demanda al alza derivada de las sofocantes temperaturas y un suministro más dependiente de la generación térmica, que es mucho más costosa que la hidráulica. Sin duda, es un tiempo para decisiones coherentes. ¿Por qué no empezar nombrando por fin a los comisionados de la CREG?