La de este domingo 29 de octubre fue una jornada democrática llena de contrastes y sinsabores. Pero de lo que no cabe duda es que hubo un contundente mensaje de las principales regiones del país que, a través de votaciones en algunos casos históricas, expresaron el rumbo de lo que desean para sus territorios, más allá de un poder Ejecutivo que desoye, poco atiende o no da respuesta a sus acuciantes necesidades con genuino interés. La voz del pueblo fue convincente.

Las más importantes capitales se decantaron por opciones distintas a lo que representa el Gobierno del Cambio, encarnado por el presidente Gustavo Petro. Lo que se espera ahora, como él mismo anticipó en un mensaje a la nación, es que garantice con ellos, al margen de su signo ideológico, una interlocución permanente, pero sobre todo, eficaz para gobernar de manera articulada, absolutamente institucional y libre de egos o luchas políticas a una Colombia que al fin de cuentas es diversa y que en medio de las dificultades reclama señales de unidad y de confianza para combatir la violencia de las estructuras armadas ilegales, la inseguridad urbana u otras expresiones de barbarie criminal, como para acabar la pobreza y la desigualdad social.

El diálogo nacional es más urgente que nunca. Los más de 22 millones de colombianos que depositaron su voto representan una democracia palpitante que propone un rumbo distinto. No es posible mirar hacia otro lado y no entenderlo. Los resultados en Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Bucaramanga y, por supuesto, en Barranquilla son el reflejo de un sentir inequívoco.

El candidato de Cambio Radical, Alejandro Char, con más de 412 mil votos, y el liberal Eduardo Verano, con más de 534 mil, aún a la espera del dato final que entregue la Registraduría, fueron elegidos por tercera vez, para gobernar a Barran- quilla y al Atlántico. Sus propios méritos, experiencia acreditada y resultados de gestión de sus anteriores administraciones fueron reconocidas por ciudadanos que les volvieron a respaldar en las urnas, en las que aumentaron de manera significativa sus votaciones de 2007 y 2015. Su proyecto en común en beneficio de los habitantes de Barranquilla y los municipios, como anticiparon tras su victoria, les exige un desafío superior, más responsabilidad con sus electores y un trabajo en llave con metas claras.

Sin duda, las prioridades lucen claras. Por un lado, estrategias decisivas contra la inseguridad y, por otro, planes articulados con los sectores productivos para aumentar la inversión social, la formación de jóvenes y la vocación exportadora del departamento. Muchos de los alcaldes electos en los municipios fueron elegidos con el respaldo de los partidos que avalaron a Char y Verano, de modo que sería va- lioso que se pudieran tender puentes con ellos para sumar sinergias en el indeclinable propósito de elevar las condiciones de vida de los ciudadanos más vulnerables.

Para tener en cuenta, la abstención que subió un par de puntos en el departamento, como en el resto del territorio nacional, y el notorio voto en blanco en Barranquilla. No obstante, la mayoría ha hablado en un proceso electoral mejorable, cierto, pero que es la base de nuestra democracia.

Como señalaron los gobernantes electos, la votación en Barranquilla, también en el Atlántico, al igual que en el resto de territorios nacionales de cara al Gobierno central, que debe entenderlo como la clara derrota que es, representa el despertar de las regiones. No podemos seguir siendo convidados de piedra a un diálogo en el que no nos escuchan, sino que nos imponen modelos que responden a unos crterios que están lejos de ser eficaces o de resolver los problemas más acuciantes de una ciudadanía que acusa hartazgo de las improvisaciones del Gobierno nacional.

Infortunadamente la fiesta democrática quedó empañada por la asonada en Gamarra, Cesar, donde una turba quemó la sede de la Registraduría, provocando la muerte de la funcionaria Duperly Arévalo. Que no se la haga tarde a la justicia para actuar. En el municipio, el voto en blanco ganó para decirles a los violentos que no pasarán. Mientras, en Barrancas, La Guajira, el secuestro de los padres de Luis Díaz ha causado repudio internacional. Su papá, don Luis Manuel, aún en poder de los captores, debe ser liberado cuanto antes, así como todos los plagiados en Colombia, donde no podemos tolerar el regreso de estas espantosas épocas.

¡Vergüenza mayúscula! debería darnos porque estos hechos no reflejan lo que la gran mayoría de colombianos somos. El Gobierno Petro tendría que tomar atenta nota de situaciones tan lamentables como estas para evitar que se repitan. Es mometo de que actúen con responsabilidad, de entender que un país agobiado por la desesperanza les ha hablado, que en sus manos está asumir con grandeza el verdadero cambio para trabajar de manera articulada con los mandatarios electos, muchos de ellos sus opositores declarados, en aras de superar tantas diferencias que fracturan a la sociedad y erosionan la voluntad de avanzar unida hacia un mismo lado.