La Puerta de Oro lo recibió cuando tenía sus “catorce primaveras”. Siendo apenas un adolescente, Joe Arroyo comenzó a trabajar sin cesar por el sueño de la música, esa que desde las calles del barrio Nariño, en Cartagena, hacía sonar con los baldes de la casa.

Ya estando en la capital del Atlántico, el creador del ‘Joesón’ comenzó con solo 15 años su vida profesional, pero sería hasta 1973 cuando despegó su carrera musical al firmar con Discos Fuentes para cantar con Fruko y sus Tesos.

En adelante, el recorrido y la trayectoria del llamado ‘Centurión de la noche’ lo llevarían a convertirse en una leyenda con un legado artístico que traspasó fronteras, pero que, como lo dice una de sus más icónicas canciones, se quedó en Barranquilla.

Así de literal, aquí vivió toda su vida, tuvo sus hijas. Aquí murió y aquí quedaron depositados sus restos mortales.

La relación de Álvaro José Arroyo con “su patria chiquita” se tradujo en una admiración y un tributo permanente al gran cantor del Carnaval de Barranquilla, que no se cansó durante años de escucharlo y de corear sus éxitos musicales, joyas de la música popular colombiana.

Su cosecha musical le mereció numerosos premios, entre ellos 18 Congos de oro y 4 Supercongos en el Festival de Orquestas y un Grammy Latino.

EL HERALDO recuerda en una entrega especial al artista que físicamente dejó de existir hoy hace una década, pero que se mantiene más vigente que nunca con su extensa lista de canciones que nunca faltan en las estaciones de radio y en las listas de reproducción. En fiesta que se respete no puede dejar de escucharse la música del cartagenero más barranquillero.

Joe estuvo hospitalizado por un mes exactamente en la Clínica La Asunción de Barranquilla. Sus seguidores se mantuvieron en vilo durante un mes debido a los constantes rumores de su fallecimiento, que finalmente se produjo el 26 de julio de 2011.

Una multitud lo despidió el día de su sepelio, confirmando la devoción del pueblo barranquillero al ser humano que con su son conquistó para siempre el afecto y la admiración de esta tierra.

El tamaño de la leyenda del Joe Arroyo y de su impacto para esta ciudad es tal que en su honor se erigió una estatua junto a la estación de Transmetro que lleva su nombre.

Al recordar al Joe, no se puede dejar de pensar en el impacto que un artista puede tener sobre generaciones que se sintieron identificadas con la historia de su vida, que fue el reflejo de cómo muchos colombianos, con compromiso y dedicación, logran alcanzar sus sueños.