En su edición de ayer, EL HERALDO reveló la muerte de una extranjera tras someterse a una lipoescultura en nuestra ciudad. Rosa García, ecuatoriana residente en EEUU, fue desconectada el sábado en la Clínica Iberoamericana tras permanecer 10 días en muerte cerebral. Había sido operada por el doctor Marcos Petro.

Hoy damos a conocer otro caso, el de una canadiense de nombre Kimberly Kishma, que fue operada en 2018 por el Dr. Petro en la clínica Portoazul. La paciente sufrió una “complicación quirúrgica”, pero egresó “estable”, según la institución. Este periódico supo que con posterioridad murió en su país tras estar interna, con parálisis cerebral, en la clínica Adelita Char.

Tras la publicación de la primera noticia, hemos sido contactados además por otras tres extranjeras que, apoyadas en informes médicos y fotografías, dijeron haber salido perjudicadas de cirugías estéticas con el ya citado doctor.

Un portavoz de este negó el sábado, en referencia la caso de la ecuatoriana, cualquier conexión entre la intervención quirúrgica y la muerte de la paciente. Preguntado ayer sobre el caso de la canadiense y las tres denuncias, dijo que debía documentarse para darnos hoy una respuesta.

Es importante y urgente que lo haga. No solo para disipar cualquier duda sobre la actuación profesional del Dr. Petro, bajo el supuesto de que esta haya cumplido las exigencias de rigor en tan delicados procedimientos. También, y no menos importante, porque la aclaración de este asunto, en el sentido que fuere, resulta necesaria para salvaguardar el bien ganado prestigio de nuestra ciudad como un centro de alta calidad para intervenciones clínicas, muy en particular de cirugía estética, aunque también de oftalmología o urología.

El hecho de que dos pacientes hayan fallecido tras ser sometidas a sendas intervenciones quirúrgicas no permite establecer, de buenas a primeras, una relación causal entre las operaciones y los decesos. Tampoco se pueden sacar conclusiones precipitadas sobre las quejas de las pacientes por el estado en que quedaron tras la cirugía estética. Hay ocasiones en que las reacciones del paciente son imprevisibles y escapan al control de los médicos.

Por eso es importante que las autoridades sanitarias tomen cartas en el asunto y que todo se aclare de manera convincente. Los familiares de las pacientes fallecidas tienen derecho de saber exactamente qué ocurrió con sus seres queridos, y las mujeres que alegan haber salido afectadas de operaciones merecen también explicaciones.

Sea cual fuere el desenlace de este caso, es fundamental, como ya se dijo, subrayar el alto grado de profesionalismo de nuestros médicos. Nos referimos, por supuesto, a los que han labrado su prestigio a base de buenas prácticas y que son los motores de que Barranquilla tenga hoy un gran potencial en el ‘turismo sanitario’.

Que dos mujeres hayan fallecido tras ser intervenidas quirúrgicamente no permite establecer, de buenas a primeras, una relación causal entre la operación y el deceso. Por eso es importante que se aclare el asunto.